La paliza de Xiomara al poder constituido alimenta esperanza de hondureños
Los hondureños eligieron a la líder del Partido Libertad y Refundación (Libre), Xiomara Castro, como nueva presidenta de la nación y sucesora de Juan Orlando Hernández (JOH), cuestionado por corrupción y narcotráfico, cuyo Partido Nacional fue desbancado tras 12 años del poder, al que llegó tras el «golpe blando» contra Manuel Zelaya, coincidentemente esposo de la mandataria electa.
En unos comicios sin mayores incidentes y con una importante participación en torno al 69 por ciento, obtenía –cuando aún no se daban los resultados finales- por casi 20 puntos de diferencia sobre el candidato oficialista y alcalde de la capital, Tegucigalpa, Nasry Asfura. A partir de este momento las autoridades electorales tienen hasta 30 días para presentar los resultados definitivos de los comicios, lo que da pie a las más diversas conjeturas.
Castro, con más de la mitad de los votos escrutados, obtenía 53.61% contra el 33.85% de Asfura y el 9,23% del candidato del Partido Liberal, Yani Rosenthal, miembro de una familia de banqueros, condenado en Estados Unidos por lavado de dinero. Obtuvo una contundencia necesaria en las urnas para encarar el gobierno de la primera mujer presidenta de Honduras.
Su gobierno sin duda será complejo, por todo lo que hay para intentar resolver, y por los posicionamientos que la misma Xiomara Castro ya tomó, y que le valdrán, de entrada nomás, un hostigamiento de poderes constituidos y de los Estados Unidos, que sabemos, con la administración Joe Biden ha vuelto a mirar a América Latina, a la que no dejan de ver como su patio trasero, señala el analista de Suysurtv Marcos Salgado.
Son muchos los interrogantes que vienen sobre cómo encarará su gobierno Xiomara Castro, cómo se parará en la correlación de fuerzas continental, frente a una OEA golpeada y con un eje progresista México-Buenos Aires que le hace sombra… Eso habrá que verlo en los hechos. Las acechanzas, está claro, son muchas, pero por ahora se debe anotar que el triunfo tiene toda la contundencia necesaria para arrancar con buen pie un nueva esperanza para Honduras, añade.
La preocupación es máxima para Hernández, el actual mandatario, quien se reeligió en 2017 en medio de denuncias por fraude y violaciones a la Constitución, ya que Asfura, su hombre en el ruedo y nombrado en los Pandora Papers, no pudo retener la presidencia.
El alcalde capitalino se muestra como un político de temple discreto y bastante popular en el centro del país, acusado de un supuesto desvío de alrededor de un millón de dólares de fondos de la alcaldía a sus cuentas personales o de supuestos cómplices para financiar la campaña presidencial.
Además del nuevo presidente, los hondureños también debían elegir a los 128 miembros del Congreso Nacional y 20 representantes del parlamento centroamericano. Los resultados de estos comicios serán definitivos, ya que en Honduras no hay posibilidad de ballotage y se consagra presidente el candidato que más votos obtenga en una única vuelta.
Los comicios, en los que participaron 14 partidos y doce candidatos presidenciales, fueron observados por más de 400 enviados especiales de la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Interamericana de Organismos Electorales (Uniore) y expresidentes latinoamericanos.
La masiva afluencia de votantes registrada en la capital hondureña se repitió en varias ciudades y municipios del país centroamericano. De hecho, los colegios electorales lucían repletos desde la primera hora del domingo.
Xiomara Castro votó por la mañana en la ciudad de Catacamas, departamento de Olancho, en el este del país, y exhortó a sufragar de forma masiva. «Tengamos paz, no atendamos provocaciones, sabemos que van a intentar provocar al pueblo, hay desesperación, especialmente de aquellos que han estado gobernando estos 12 años«, expresó.
Castro, quien asegura promover un «socialismo democrático» con una agenda progresista, ha sido tildada de comunista por sus rivales más reaccionarios y la prensa hegemónica, y ese discurso caló en una parte de la sociedad.
Hernández, luego de emitir su voto en su municipio natal de Gracias en el oeste de Honduras, manifestó: «Estoy optimista con los resultados, yo recibí al país más violento en la faz de la tierra, ya no lo somos, nos entregamos un país quebrado y dejamos un país con unas finanzas robustas
Narcopoder
Los expedientes judiciales documentan que los primeros tratos de Hernández con el narcotráfico empezaron cuando él era presidente del Congreso, entre 2010 y 2011. Juan Orlando y su hermano Juan Antonio “Tony” Hernández se asociaron con Alexander Ardón, alcalde de El Paraíso, en el occidental departamento de Copán, fronterizo con Guatemala. Ardón y el clan de la familia Valle Valle dominaban esa porción de la ruta de la cocaína cuando los Hernández empezaron a hacer tratos con ellos.
Ardón mismo declaró a autoridades estadounidenses que Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, líder del Cartel de Sinaloa, entregó a Tony Hernández un millón de dólares para la campaña presidencial de JOH en 2013. Un año antes, Juan Orlando había pedido al alcalde de El Paraíso que bajara su perfil político y financiara su campaña. A cambio, Ardón recibió el espaldarazo oficial para ampliar su imperio en occidente y acceso a fondos públicos a través del nombramiento de su hermano Hugo en un ministerio.
Asimismo, en el juicio contra el capo Giovanny Fuentes en EEUU, la fiscalía presentó pruebas de los encuentros entre ambos. Fuentes viajó de Choloma -su centro de operaciones criminales- a Tegucigalpa el 29 de mayo de 2019 para reunirse con el presidente JOH, un día después que fiscales del Departamento de Justicia estadounidenses habían denunciado judicialmente al presidente como “objeto de una investigación” por narcotráfico.
En esa reunión, según la investigación de los fiscales que litigaron en Nueva York el caso por narcotráfico, portación y tenencia de armas de guerra y homicidio agravado contra Fuentes, este entregó un soborno por de 25 mil dólares Hernández.
Contexto
Desde 2009 la política de Honduras gira alrededor de la crisis provocada por el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, quien decidió impulsar reformas progresistas para favorecer a los sectores más postergados. La elección de este 28 de noviembre parce cerrar el ciclo con el triunfo de Xiomara Castro, la esposa de Zelaya, quien en 2009 lideró en las calles la resistencia a los golpistas.
Con Zelaya se inauguró el ciclo del llamado “lawfare” en la región, diferente de los golpes de Estado “tradicionales” del siglo XX donde las fuerzas armadas tomaban el poder y cerraban el parlamento provocando una ruptura institucional.
En 2017 Juan Orlando Hernández venció por escaso margen a Salvador Nasralla de la “Alianza de Oposición Contra la Dictadura” tras modificar gran parte del andamiaje institucional a su favor: removió magistrados y fiscales para que una Corte Suprema adicta le permitiera presentarse nuevamente como candidato aunque la constitución se lo prohibía. Estados Unidos fue clave por su apoyo a Hernández para evitar la repetición de unas elecciones que hubieran llevado al poder a una coalición de fuerzas progresistas.
Los temores de fraude y los reportes de al menos 31 muertos como parte de la violencia política en esta campaña avivaron las tensiones, mientras el país experimentó un salto del desempleo de 5,7 por ciento en 2019 a 10,9 por ciento en 2020, según la Universidad Nacional Autónoma, y tiene al 59 por ciento de sus diez millones de habitantes sumidos en la pobreza.
Más de 300 mil hondureños, entre ellos niños sin sus padres, emigran al norte, producto del crecimiento de la pobreza y la violencia en 2019. Entre 2004 y 2018 se registraron casi 72 mil homicidios, con un promedio de una decena de homicidios diarios.
De los más de 5 millones de hondureños habilitados para votar en las elecciones, la mitad entre 18 y 30 años. De ellos, casi un millón no trabajan ni estudian, según Carlos Hernández, director de la Asociación para una Sociedad más Justa.
Honduras y Haití son los países más pobres de la región: el 40 por ciento de la población está en situación de pobreza extrema y más del 70 por ciento de la población rural vive en condiciones de miseria, situación que se agravó con la pandemia de la coronavirus.
La seguridad social es desastrosa, ya que solo una persona de cada diez tiene acceso a ella. En el marco de la pandemia, puede pensarse que con cinco hospitales y la falta de médicos y enfermeras la crisis de salud es más que alarmante.
Hasta el 24 de noviembre último, Honduras sumaba un total de 10,397 fallecidos y más de 377 mil infectados y es uno de los países más golpeados proporcionalmente en la región.
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Álvaro Verzi Rangel. Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)