La palabra empeñada de un político
En la política dominicana, hay algo más valioso que el poder: la palabra dada. Lamentablemente, también algo más frágil: la palabra rota.
Cada cuatro años se repite el mismo ritual: discursos, promesas, abrazos y esperanzas, pero el pueblo, sabio y cansado, ya no cree en todo lo que escucha.
Ha aprendido —con decepciones y paciencia— que muchos políticos empeñan su palabra solo hasta llegar al poder.
Hoy vivimos tiempos distintos. Las palabras ya no se las lleva el viento: quedan grabadas, compartidas y recordadas.
Las redes sociales y la prensa libre han cambiado las reglas del juego. El que promete sin cumplir, se enfrenta a la memoria del pueblo.
La ciudadanía no exige milagros, exige seriedad. Un político que cumple su palabra fortalece la confianza.
Uno que miente, destruye la fe en la democracia. Hablar con la verdad, aunque duela, vale más que prometer lo imposible. Porque la coherencia no necesita propaganda, se demuestra con hechos.
El poder pasa, los cargos se olvidan… pero la palabra cumplida permanece. Y en esa permanencia está la verdadera medida del liderazgo.