De Venezuela a Haití: Las estrategias de dominación
La justificación del uso de estrategias de dominación va cambiando en función de los intereses que predominan en la agenda de determinado tiempo y lugar. Esos intereses también están sujetos al cambio y los mismos se van adaptando a los nuevos escenarios y condiciones geopolíticas.
Las estrategias de dominación no tienen escrúpulo ni moral ni dignidad. Estas se definen y se implementan en función de los intereses que representan y predominan en un determinado tiempo y espacio. Durante el transcurso de la guerra fría predominó el apoyo a los regímenes dictatoriales como contra fuerza a los movimientos rebeldes que predominaban en la región de las Américas.
Al final de la guerra fría, el discurso que justificaba la implementación de las estrategias de dominación cambió radicalmente. Su preocupación eran los procesos de democratización, el respeto a los derechos humanos, la auto determinación de los pueblos, entre otros no menos importantes.
Pero los gobiernos “democráticos” necesitaban mecanismos de controles más efectivos, por lo cual, para implementar las nuevas estrategias de dominación, se necesitaban nuevos soportes ideológicos, tales como la corrupción, el narcotráfico, entre otros.
Pero la injerencia político-militar imperial siempre tenía que tener claros cuáles eran los intereses (recursos) que debían defender en la región. Su prioridad dependía del volumen de recursos que tuviesen determinados países. Y esto explica la prioridad de Venezuela y no Haití.
Haití no solo es el país más pobre del continente americano, sino que es prácticamente un Estado fallido. Allí no hay institucionalidad alguna, lo que dificultad la gobernanza. Pero lo peor, allí no hay recursos que pudieran generar la movilización de las grandes potencias. Allí solo hay pobreza y mano de obra de baja cualificación.
América Latina fue, durante muchos años, el patio trasero de los Estados Unidos. Su control y dominio fue total, pero el apoyo a su desarrollo fue escaso, muy limitado. Sin embargo, con el repunte económico de nuevas esferas de poder global, como China y Rusia, los EEUU fueron cambiando de enfoque y cada día se vuelven más recelosos frente a la región.
Hoy más que nunca, los Estados Unidos vienen aplicando la estrategia guerrera de baja intensidad como mecanismo de mayor intervención y control interno de los países, lo que los lleva a reprimir conflictos internos haciendo uso de mecanismos de chantaje, como acusaciones de narcotráfico, violación de derechos humanos, corrupción pública, entre otros, creándoles expedientes a sus autoridades para sacárselos a flote cuando más convenga a los intereses norteamericanos.
Esta estrategia es la llamada “guerra blanda”, en tanto las hostilidades están dirigidas a socavar y destruir a los adversarios sin llegar al uso de armas convencionales o de destrucción masiva. Occidente la llama “guerra no convencional”, en tanto con ella pretenden intervenir o injerir en un país sin usar tecnología bélica.
En esta estrategia juegan su papel algunas organizaciones de la sociedad civil de gran peso en la opinión pública, las cuales reciben financiamiento del imperio dominante y asumen un papel activo en las campañas que se montan en contra de determinados gobiernos.
Por su lado, en la «guerra convencional (GC)» se hace uso de armas de diversa naturaleza, tales como tanques, aviones, barcos, drones, etc., a través de los cuales se disparan misiles de largo y mediano alcance, lo que muchas veces amenaza a la humanidad con el uso de armas nucleares en los conflictos.
La implementación de estas estrategias va a depender de los intereses que estén en juego para las grandes potencias. Y es desde esta lógica que hay que entender la importancia que asume el tema venezolano y haitiano en la agenda mundial. Haití no tiene la importancia que se le da a Venezuela por los recursos naturales de que dispone este último.
Haití no le importa a nadie. Allí solo hay pobreza y mano de obra barata para agrandar los grandes capitales. Por su lado, Venezuela tiene una de las reservas más grandes de petróleo, gas, entre otros recursos no renovables.
Haití no es importante ni para apoyar la presencia de fuerzas militares en su territorio. Y esto explica por qué no acaban de terminar de llegar fuerzas armadas y los recursos prometidos. Sin embargo, la agenda predominante de Europa y Estados Unidos es Venezuela, no Haití.
Y yo me pregunto: ¿Está Venezuela peor que Haití? Indiscutiblemente que no. Pero ocurre que, mientras Haití carece de cualquier recurso estratégico que pueda ser de interés para cualquier potencia mundial, Venezuela tiene inmensos recursos que son del interés de EEUU y Europa.