Convivencia social y cultura de paz
En los actuales momentos se ha dificultado la convivencia social. La humanidad atraviesa por grandes convulsiones sociales. Hay un predominio de la intolerancia, caracterizada por la confrontación, en vez de la colaboración.
La política se ha centrado en la negación del contrario. Se está en contra de, y nunca a favor de, dificultando la gobernabilidad democrática. Los esfuerzos mayores se dirigen a desacreditar al otro, en vez de dedicar tiempo a acreditar nuestras fortalezas internas.
Debemos comenzar a promover una nueva forma de hacer política. Pasar de la confrontación a la colaboración; de la exclusión a la inclusión; de la protesta a la propuesta. Se trata de desafiar y asumir nuevas perspectivas de ver y vivir la vida en sociedad.
Nadie tiene la verdad absoluta. Ésta es como un espejo roto: todo el mundo tiene un pedazo de ella. Sé que esto no es una tarea fácil. Hay que comenzar por curar nuestra interioridad, para que nuestro accionar social sea diferente, empático, catalizador de nuevas sinergias.
Si no nos curamos nuestros rencores, rabias, odios, temores, angustias, deseos de venganza, jamás podremos llegar al perdón y a la reconciliación con nuestros semejantes. Se trata de un proceso de nuevos aprendizajes, en cuyo camino debemos dotarnos de nuevos valores y principios de convivencia social, que nos lleven a vivir un proceso de sanación espiritual.
Este es un camino difícil de transitar. Pero se puede y hay que intentarlo. Se trata de que construyamos nuevos paradigmas, nuevas utopías, a partir de lograr la unidad en la diversidad y construir nuevas sinergias.
Los partidos políticos deben encaminar sus esfuerzos hacia la construcción de una nueva ciudadanía, dotada de una gran conciencia social, con capacidad creativa, crítica, propositiva y organizativa, en vez de fomentar el clientelismo y el populismo que embriagan con las dadivas esclavizadoras.
No se trata de hacer de la política y de los políticos una actividad de monjes. No. De lo que se trata es de revestirla de sensibilidad social, ética y humanismo. No hay que ser ni de derecha ni de izquierda: Simplemente, un ciudadano del mundo, enclavado en un lugar específico y determinado.
No se trata de ser la vara para medir a los demás. De lo que se trata es de ser uno más del conglomerado social que cohabitamos en este mundo, en esta sociedad, en esta comunidad, dejando y permitiendo visibilizar a los demás en una gestión de convivencia social justa, equilibrada, solidaria y altamente humanizada.
Hacia allá debemos encaminar nuestros esfuerzos, contribuyendo a construir una nueva forma de vida social, sustentada en una enriquecedora cultura democrática.