La crispación política ya existía; lo de Vox es otra cosa

26-04-2021
Mundo
Huffpost, España
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Sociólogos y politólogos llevan tiempo alertando de que la polarización está aumentando a pasos agigantados en todo el mundo. En España, en los últimos veinte años, el índice ha crecido más de un punto y medio, y ahora se sitúa en 5,3 sobre 10, siendo así uno de los países más polarizados del planeta, según un cálculo realizado por el politólogo Pablo Simón con datos del CIS

Si esa polarización, antes llamada crispación, se calculara por lo propiciado por Vox esta semana en plena campaña electoral en Madrid, el medidor se rompería. 

El martes empapelaron la estación de metro de Sol con un cartel en el que trataban de hacer pensar que si la pensión de una viuda no es más alta es porque el dinero va a parar a los menores extranjeros no acompañados (algo totalmente falso); el miércoles, en el Congreso y en el debate entre los candidatos a la Asamblea de Madrid, Vox repitió la mentira y siguió estigmatizando a estos menores; el jueves, el candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, recibieron amenazas de muerte acompañadas de varias balas en un sobre; al día siguiente, la candidata de Vox a presidir Madrid, Rocío Monasterio, se negó a condenarlo, puso en duda la veracidad de las amenazas, y animó a Iglesias a abandonar el debate en el que estaban participando en directo. “Lárguese, lárguese, valiente, que es lo que deseamos muchos españoles”, le dijo.

Ningún partido había exhibido con tantos altavoces los discursos de xenofobia, racismo y machismo que despliega Vox

Finalmente el debate fue suspendido. El candidato socialista, Ángel Gabilondo, y la candidata de Más Madrid, Mónica García, abandonaron el programa, y el resto de debates organizados para la campaña han sido cancelados. Pocos recuerdan momentos de una tensión política como la actual en la democracia española.

“Vox ha traspasado la línea”

Ana Salazar, politóloga y consejera delegada en la consultora Idus 3, considera que “Vox ha traspasado la línea, ha sacado los pies del plato”. “Su agresividad y su mensaje incitan al odio”, afirma. Para David Redoli, sociólogo y expresidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), “a nivel nacional ningún partido había exhibido con tantos altavoces los discursos de xenofobia, racismo y machismo que despliega Vox”. 

Este viernes, el ministro del Interior, Grande-Marlaska, afirmó que “vivimos en un ámbito de crispación que va más allá de lo apropiado para una normal convivencia”. 

Vivimos en un ámbito de crispación que va más allá de lo apropiado para una normal convivencia

‘Crispar’ es, según el Diccionario de la Real Academia, “irritar o exasperar a alguien”, pero en política ha adoptado otras acepciones. El concepto se empezó a utilizar en España principalmente durante el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2004 y 2008. “Esa época se conoció como los años de crispación, no sólo en referencia al tono bronco del debate político [por parte de la oposición de José María Aznar], sino a cómo ese tono se trasladaba a la sociedad”, explica Lluís Orriols, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid.

“Nos hemos habituado al insulto”

Sin embargo, la crispación de entonces palidece ante lo que se vive estos días, que la politóloga Ana Salazar describe como una “bomba de relojería”. “En campaña los partidos recurren aún más a la radicalización de su mensaje, y en el caso de Madrid destacan Vox, sin lugar a dudas, e Isabel Díaz Ayuso, que está haciendo una campaña de tintes trumpistas”, añade Redoli. 

El sociólogo también está convencido de que la tensión se traslada con mucha más facilidad a la población por la existencia de las redes sociales, que funcionan como un “efecto amplificador” de los exabruptos de los políticos, a quienes les interesa llamar la atención con sus descalificaciones.

Por eso la suspensión del debate del viernes debido a la actitud de Rocío Monasterio no acabó ahí, y Vox, desde su cuenta oficial de Twitter, se regodeóde haber “echado” del debate a Pablo Iglesias, a quien la diputada Macarena Olona dedicó un “no llores, Pablín”, también en Twitter. Antes de eso, en pleno debate, Monasterio se había dirigido a Mónica García pidiéndole que se quitara “esa cara de amargada”.

Para David Redoli, “la sobrerrepresentación de los aspectos insultantes en redes hacen que nos hayamos habituado a ver el insulto con más frecuencia en la tele y en la radio”, que cada vez se nutren más de los contenidos bruscos y simplistas lanzados en redes sociales.

Los políticos son referentes sociales, así que lo que hacen o dicen permea en la sociedad

De nuevo, la población no es inmune a estos discursos. “Los políticos son referentes sociales, así que lo que hacen o dicen permea en la sociedad, y si transmiten agresividad, eso acaba empapando a la población”, afirma el sociólogo. La politóloga Ana Salazar coincide con él, y pone el ejemplo de “los grupos de WhatsApp”, donde cada vez se envían más mensajes extremos y humillantes con el fin de criticar al ‘enemigo’ político. “La táctica del insulto constante es una lluvia fina que termina por calar”, dice.

A Salazar le preocupa observar que la extrema derecha está “llevando el discurso del odio a un contexto casi guerracivilista”, y que mucha gente “compra este tipo de mensaje”.

Si la sociedad tiene el caldo de cultivo perfecto para ser un polvorín y alrededor hay gente con cerillas, mecheros y antorchas, la cosa prende

Y el peligro es que esta violencia no se quede en las palabras, sino que llegue a las acciones. El ministro Grande-Marlaska advirtió el viernes que las manifestaciones “absolutamente groseras” de algunos políticos no caen en saco roto: “Hay mucha gente que las recibe de una manera indebida, y esto genera un sistema de riesgo que está extramuros de una sociedad democrática”, señaló.

La crisis económica y social que vive actualmente el país tampoco ayuda. “En momentos de crisis, la crispación aumenta”, explica Redoli. “La gente tiene más tensión, vive con incertidumbre, y si eso se exacerba desde la política, se encienden mechas que de otro modo estarían apagadas”, apunta. “Si la sociedad tiene el caldo de cultivo perfecto para ser un polvorín y alrededor hay gente con cerillas, mecheros y antorchas, la cosa prende”, alerta el sociólogo. “Y no parece que el panorama actual vaya hacia una situación de paz social”.