El agobio, los malabares y los sacrificios de las mujeres que crian solas mientras trabajan
Ilustración Tamara Goldenberg
A Johanna no le alcanzan las horas del día para conciliar el trabajo con el cuidado de sus tres hijas de 17, 13 y 8 años. Ella tuvo que desarrollar un emprendimiento de comida vegana porque fue la forma laboral más flexible que pudo encontrar para hacerse cargo de sus hijas. “Me gustaría tener un trabajo formal, pero no puedo”, señala.
Solo de la emprendedora de 40 años depende la llegada de ingresos a ese hogar monomarental. Según la Encuesta Permanente de Hogares, el 85% de las familias monoparentales están a cargo de una mujer. Además del trabajo y del cuidado, ella estudia Ciencia Política y es promotora de género en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires. Dice: “Estoy muy endeudada por ‘el simple hecho’ de maternar sola”. Johanna (preservamos su apellido) no cuenta con el padre de sus hijas para compartir el cuidado y por eso tuvo que iniciar una demanda por responsabilidad parental y por la cuota alimentaria. La Justicia todavía no resolvió esta situación.
“Con la pandemia la organización en casa se volvió un caos. Al principio teníamos un solo dispositivo para compartir y hacer las actividades virtuales. Ahora tenemos dos”, cuenta Johanna.
Como no tiene redes de contención, cuando Johanna tiene que entregar los pedidos a sus clientes no le queda otra que ir con su hija de ocho años. “No puedo pretender que mis hijas mayores se ocupen del cuidado de la hermana porque no es su responsabilidad. Así que voy con la nena a todos lados. Si un pedido lo quieren a las 15 y justo a esa hora mi hija tiene clase, tengo que negociar con el cliente para buscar otra alternativa o decirle a la maestra que ella no se va a poder conectar porque yo dependo de ese ingreso”, expresa.
El cierre físico de los espacios de primera infancia, escuelas, centros culturales, clubes, espacios de sociabilización para niñas, niños y adolescentes durante gran parte de la pandemia acrecentó las tareas de cuidado y domésticas de las familias. En este contexto, los hogares monomarentales fueron los más afectados por la doble crisis: la económica y la crisis de los cuidados.
Familias monomarentales y tareas de cuidado
¿De qué se trata la crisis de cuidado? Delfina Schenone Sienra, integrante del área de Políticas de la organización de la sociedad civil ELA, explica que tiene que ver con una serie de cambios culturales, sociales y económicos que impactaron en un esquema tradicional, que esperaba que las mujeres se dedicaran a tiempo completo a proveer de cuidados, mientras los varones se constituían como la contraparte proveedora. “Ese modelo empezó a estallar cuando las mujeres se insertaron masivamente al mercado de trabajo. Las necesidades del mercado laboral no se ajustan a las necesidades de los cuidados. Y por eso no se logra la conciliación” analiza Schenone Sienra.
En Argentina una de cada 10 familias es monoparental. La monoparentalidad no es una categoría homogénea y es una de las estructuras familiares que más ha crecido en las tres últimas décadas, en especial como consecuencia del auge de las separaciones y divorcios. La no convivencia en pareja es una de las condiciones fundamentales para que una familia pueda ser considerada de este modo.
Según un informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género y UNICEF, antes de la pandemia, 5 de cada 10 mujeres participaban en el mercado de trabajo. Hacia el segundo trimestre de 2020 cuando los contagios iban en aumento y las medidas sanitarias eran más estrictas, las que participaban en el mercado laboral eran 4 de cada 10.
“En el momento de mayor cierre de la economía argentina, la tasa de participación económica de las mujeres caía 8,2 puntos porcentuales, dejándolas en un nivel comparable al de dos décadas atrás. Más de un millón y medio de mujeres salieron de la actividad. La situación más crítica se observa en las mujeres jefas de hogar sin cónyuge y con niños, niñas y adolescentes a cargo. Para ellas, la caída en la actividad fue de 14 puntos porcentuales. Es decir, quienes enfrentan las mayores cargas de cuidados son las que se vieron más afectadas por la crisis”, expresan en el informe citado.
Mientras que, en el primer semestre de 2020, la pobreza por ingresos alcanzaba al 30,4% de los hogares argentinos, en los monomarentales subió al 59%. Además, en los hogares con solo una adulta a cargo se presentan los mayores grados de informalidad laboral y, de este modo, no solo perciben menores ingresos por su trabajo que aquellas que tienen un puesto formal, sino que no acceden a la cobertura de la legislación laboral y a las prestaciones de la seguridad social, tanto para ellas como para sus hijas e hijos.
Malabares de un hogar monomarental
Hace un tiempo, Jimena se mudó a la casa de su mamá en provincia de Buenos Aires para que la ayudara con el cuidado de su hijo de 15 y su hija de 7 años. “De por si la organización en la pandemia es bastante caótica, pero estar con mi mamá es una ventaja enorme porque así puedo salir a trabajar”, comenta.
El año pasado, su hija que iba a una escuela pública tenía una clase por semana por Zoom. “Tuve que buscar un establecimiento privado y pedir ayuda a mi familia para pagarlo. Pero ahora, al menos tiene clases virtuales todos los días y eso me da un poco de margen”, cuenta.
Jimena no recibe el pago mensual de la cuota alimentaria que les corresponde a sus hijos. Ella está atravesando un juicio por esta situación. Si bien la separación fue hace seis años, todavía no llegaron a un acuerdo sostenido.
Ella admite que se siente sobrepasada por la sobreadaptación que generó la pandemia. También señala que tiene que resignar trabajo para dedicar más tiempo al cuidado. La arquitecta de 36 años acomoda las reuniones con sus clientes de forma tal que no le coincidan con las actividades de su hija.
“Uno necesita apoyarse en las escuelas y los clubes para poder conciliar el trabajo con el cuidado. La pandemia nos saca esas opciones”, enfatiza.
La consultora Bridge The Gap realizó un informe que muestra que de las personas que tuvieron que reducir su horario laboral, el 66% tiene hijos. Esto acentúa aún más las desigualdades de género. Las mujeres transitaron un año complejo, con altas exigencias y aumento de tareas, donde resignaron horas laborales para asumir más responsabilidades domésticas.
“En este momento no es compatible un trabajo de jornada completa presencial con el cuidado de niños. Si los empleadores no tienen consideración por esa situación, a muchas mujeres no les quedará otra opción que renunciar o buscar algo más flexible. Los hogares monomarentales se enfrentan a una situación imposible. Tienen una presión grande de cuidados y son los principales sostenes de los hogares”, dice Schenone Sienra.
María Laura decidió no llevar este año a su hija Alma, de tres años, al jardín porque la presencialidad era de solo dos horas. Ella vive en Villa Lugano y viajar en transporte público hasta Almagro no se justificaba por ese tiempo. Por eso, intercala con su trabajo actividades educativas con su hija.
La joven de 22 años trabaja como administrativa de una ortopedia y solo asiste a la oficina cuando tiene una reunión o tiene que firmar un papel. Algunas veces su hija la acompaña y otras veces la deja con su pareja. “Alma no tiene contacto con el padre desde que comenzó la pandemia. Mi contención familiar hoy es mi pareja y mi mamá vía WhatsApp, porque ella está en Mar del Plata”, dice.
Invertir en cuidados, una necesidad para familias monomarentales
Un análisis de la Confederación Sindical Internacional sobre inversión en cuidados refleja que con una inversión del 2% del PIB en industrias del cuidado se generan aumentos en el empleo general que van desde 2,4% a 6,1%. Como consecuencia, la tasa de empleo de las mujeres aumentaría de 3,3 a 8,2 puntos porcentuales (y de 1,4 a 4,0 puntos porcentuales para los hombres), y la brecha de género en el empleo se reduciría.
“En este momento, más allá de la pandemia, no tenemos suficiente provisión de servicios públicos para el cuidado. Hay poca oferta de jardines de 0 a 3 años. Es importante fortalecer los servicios públicos de cuidado tanto para niños como para personas mayores”, dice Schenone Sienra.
De acuerdo con el informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género y UNICEF, el compromiso de la construcción de 800 jardines y 300 centros de desarrollo infantil entre 2021 y 2022 es no solo una necesidad sino también una forma concreta de estimular el empleo, la producción y la profesionalización de los cuidados. También es importante aumentar, sobre todo para los niveles primario y secundario, la oferta estatal de colegios de doble jornada y jornada extendida.
Analía Moscovich tiene dos hijos, de 10 y 13 años. Ella alterna el cuidado con el padre de los chicos, que queda a cargo semana de por medio. A esta altura de la pandemia ella trabaja presencialmente como asistente de una constructora. El año pasado era coordinadora de una fundación y hacía homeoffice, pero tuvo que cambiar de trabajo porque no le alcanzaban los ingresos para sostener su hogar.
“Vivo en un departamento de dos ambientes y cuando todos teníamos actividades virtuales era complicado organizarnos. Uno de mis hijos iba al dormitorio, el otro al living y yo me quedaba en la cocina”, cuenta la mujer de 44 años.
Lo más complicado para Moscovich es adaptarse a las nuevas dinámicas del colegio. Cuenta: “Hoy no tienen jornada completa y no siempre tienen los mismos horarios. Llevarlos y buscarlos se hace más difícil. Sería bueno contar con un servicio de transporte. También, hay que reorganizarse cuando se aísla la burbuja por contacto estrecho para que no se queden solos todo el día. Ahí también recurro a mi mamá para que vaya al mediodía”.
Al pensar en soluciones a corto plazo, Schenone Sienra destaca la necesidad de brindar dinero a familias monomarentales para que puedan contratar a alguien que pueda ayudarlas a no desatender las responsabilidades de cuidado, mientras hacen su trabajo. Otra opción es asegurar espacios públicos de cuidado, y construir infraestructura. Por último, marca la necesidad de generar mecanismos para asegurar tiempo y que no pierdan el empleo.
En este sentido, Georgina Sticco, cofundadora y directora de la consultora Grow, género y trabajo señala que es importante contar con licencias de cuidado. “Muchas trabajadoras pueden ver perjudicada su propia salud por el esfuerzo que implica conciliar el trabajo y el cuidado en un momento como este”, señala.