Banco Mundial cifra en 400 millones los estudiantes afectados por crisis climática

04-09-2024
Medioambiente
El País, España
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Sentir añoranza cuando uno ve que su entorno está cambiando de forma que le resulta angustiosa. Esta sensación provocada por el cambio climático, bautizada como solastalgia, la sufren la gran mayoría de los jóvenes en países en vías de desarrollo, según un informe del Banco Mundial publicado hoy.

Pero a la vez, la crisis climática les está arrebatando una de las herramientas más poderosas para actuar y superar esta ansiedad: la educación. Más de 400 millones de estudiantes en todo el mundo vieron cómo sus escuelas cerraron temporalmente entre 2022 y junio de este año por fenómenos meteorológicos extremos, con una pérdida media de 28 días de clase por alumno.

“Si este año es como los tres últimos, muchos colegios alrededor del mundo van a tener que cerrar por algún tipo de fenómeno, ya sea una ola de calor o una inundación, y esto dejará a millones de niños sin acceso a servicios básicos y críticos para el desarrollo profesional, económico y personal de los estudiantes”, afirma Sergio Venegas Marín, economista en el Banco Mundial y uno de los autores del informe Elegir nuestro futuro: educación para la acción climática, presentado este miércoles, que analiza el impacto del cambio climático en la educación y las posibles respuestas.

Venegas cita, en una entrevista por videollamada desde Washington, ejemplos como Bangladés y Filipinas, donde una ola de calor afectó en mayo a más de 36 millones de estudiantes. 

Sumando estos casos, así como cierres de colegios por inundaciones y tormentas recopilados en 81 países, 63 de ellos del Sur Global, hay 404 millones de alumnos afectados, aunque la propia institución advierte de que la cifra real probablemente sea mucho mayor, ya que no existen datos oficiales ni un seguimiento exhaustivo. Y lo peor, la perspectiva es que estos cierres vayan en aumento, a medida que la crisis climática se agrava.

Así, uno de cada cinco niños en el mundo vive en zonas que experimentan cada año al menos el doble de días de calor extremo que en los años sesenta, según un análisis de Unicef.

«Los estudiantes en países de bajos ingresos perdieron 45 días de clase, en comparación a solo 6 días en países de ingresos más altos», Sergio Venegas Marín, economista y coautor del informe

Estos 81 países “perdieron una media de 28 días de clase, pero lo que más preocupa es que esta media esconde una desigualdad increíble, ya que son los países de bajos ingresos los que tienen menor responsabilidad por esta crisis, pero son los más afectados”, afirma Venegas.

“Los estudiantes en países de bajos ingresos perdieron 45 días de clase, en comparación a solo 6 días en países de ingresos más altos”, detalla. Un tiempo muy valioso: “Se tarda 18 días en aprender a sumar números enteros, por lo que en 45 días van a perder la posibilidad de aprender competencias muy básicas”.

Incluso cuando las escuelas permanecen abiertas, el cambio climático afecta a la asistencia y al rendimiento de los alumnos. Un estudiante del 50% más pobre de los municipios brasileños podría perder hasta medio año de aprendizaje por el aumento de las temperaturas, según el informe.

“Aprenden menos, no se pueden concentrar, asisten a la escuela menos frecuentemente…”, explica el economista, que añade además efectos indirectos: “Sabemos que el cambio climático impacta en la salud, su nutrición, la estabilidad económica de sus hogares, incluso en la seguridad en sus comunidades”.

Adaptación de sistemas educativos

“La educación, la herramienta más poderosa que tenemos para combatir la pobreza en el mundo, está gravemente amenazada por el cambio climático”, insiste Venegas.

El informe alerta de que “los fenómenos climáticos y las temperaturas extremas ya están erosionando los avances en la escolarización y el aprendizaje que tanto ha costado conseguir. El cambio climático está provocando un aumento del abandono escolar y de las pérdidas de aprendizaje, que se convertirán en pérdidas de ingresos intergeneracionales a largo plazo”.

Por ello, el Banco Mundial urge: “Los sistemas educativos deben adaptarse a un clima cambiante. Es necesario proteger la educación del cambio climático”.

La institución propone varios “paquetes de adaptación”, con distintas medidas para controlar la temperatura, mejorar la resistencia de los edificios y mantener la enseñanza en caso de cierre escolar.

El paquete más barato, que incluye instalar ventiladores, pintar los techos en color reflectante, plantar árboles, usar pavimento permeable que absorba el agua, un sistema de aprendizaje remoto y formación del profesorado, costaría unos 18,51 dólares (16,72 euros) por estudiante.

El más caro, 101,97 dólares, incluyendo aire acondicionado, muros de contención y tutorías individuales en línea. Como referencia, los países de renta baja gastan una media de 51,80 dólares por estudiante al año, frente a los 8.400 de los de renta alta.

Educación para actuar

No solo se han de adaptar los centros. La educación, subraya el informe, “es especialmente crítica para el cambio de comportamiento relacionado con la adaptación al cambio climático” en los países del Sur Global, que albergan al 85% de los niños del mundo.

Así, las personas con un mayor nivel educativo están mejor preparadas y reaccionan mejor ante las catástrofes, sufren menos efectos adversos y se recuperan más rápidamente. También se adaptan mejor “gracias al acceso a mayores posibilidades de empleo e ingresos”, ya que cada año de aprendizaje genera aproximadamente un 10% más de ingresos anuales.

No solo eso. Un año adicional de educación aumenta la concienciación sobre el clima en un 8,6%, según datos de 96 países.

Como ejemplo, el texto cita Brasil, donde el 84% de las personas con estudios secundarios o superiores afirman que el cambio climático es una amenaza importante, frente al 62% de las personas con menos estudios.

El Banco Mundial también destaca la importancia de educar sobre el clima a los niños, ya que estos transmiten el mensaje a sus padres.

Entre los principales obstáculos a la educación climática, la institución incluye la falta de conocimientos básicos en gran parte de los niños de estos países, imprescindibles para construir un aprendizaje más profundo.

Así, en 2022, el porcentaje de niños de 10 años que no podían comprender un texto simple en los países de ingresos bajos y medios era del 70%, un retroceso desde el 57% de antes de la pandemia. En el África subsahariana, la proporción subía al 89%, y en América Latina y el Caribe, al 79%.

Injusticia social

Los conocimientos y aptitudes relacionados con el clima “pueden ayudar a los jóvenes a actuar hoy. Puede ayudarles a superar una sensación de parálisis, canalizando su ansiedad climática de forma positiva y productiva. La educación capacita a los jóvenes para actuar, y la acción es el mejor antídoto contra la ansiedad”.

Esta ansiedad climática o solastalgia es un factor estresante cada vez más frecuente entre los jóvenes. Entre 7.500 encuestados de 17 a 35 años en ocho países en desarrollo, el 83% respondieron que se sienten “aterrorizados ante el futuro” por el cambio climático, con el máximo en Bangladés (95%), seguido por Kazajistán (91%) e India (85%). Casi el 79% cree que su país se encuentra en una situación de emergencia climática.

Hasta ahora, explica Venegas, “se creía que esto era un fenómeno que solo ocurría en países desarrollados, donde vemos a estudiantes como Greta Thunberg que a través de sus protestas llaman la atención sobre este tipo de problemas. (… )A través de esta encuesta hemos averiguado que hay muchas estudiantes en el mundo que están experimentando este tipo de ansiedad porque perciben que no se está haciendo lo suficiente para solucionar la crisis”.

“Los jóvenes ven el clima como una cuestión de justicia social, no solo entre distintos países y grupos, sino también entre distintas generaciones”, afirma el economista.

“Por ejemplo, el 60% de los jóvenes de estos países que entrevistamos dicen que sus gobiernos los están traicionando a ellos y a las generaciones futuras. No es solo frustración, preocupación, ansiedad, también hay un elemento de enfado, y eso lo vemos en protestas con jóvenes”.

Según Venegas, los jóvenes “quieren actuar, pero en muchos casos les faltan las herramientas para hacerlo”.

Así, el informe pone como ejemplo Bangladés, donde el 88% de los estudiantes de Secundaria quieren hacer algo sobre el cambio climático, pero solo el 32% puede contestar correctamente una pregunta sobre los gases de efecto invernadero.