Bahía de Manzanillo muere entre promesas de “desarrollo”, pescadores y ecoturismo sin futuro
Manzanillo, Montecristi, Más de cien pescadores artesanales de la Bahía de Manzanillo, junto a sus familias, se verán privados de disfrutar la próxima Navidad de manera feliz y, lo que es aún más grave, se quedarán sin un futuro tangible debido a la construcción de un puerto para dos plantas de energía en plena área protegida del Parque Manglares de Estero Balsa en la Bahía de Manzanillo.
Así lo denuncia el Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional (CEBAMDER), cuyo presidente, Frank Valenzuela, destaca que para la comunidad el porvenir está teñido de desesperanza.
Sin pesca ni ecoturismo, la identidad local se fragmenta; la pobreza acecha, las familias contemplan un horizonte en el que las barcas se pudren en la orilla y las aves migran hacia entornos más saludables. La pérdida no es solo económica, también es cultural, social y ambiental.
Compromisos incumplidos: la promesa que nunca llegó a la comunidad
La empresa Energía 2000 había prometido, hace más de un año y medio, la construcción de un muelle para los pescadores y un centro de recepción para el ecoturismo; compromisos asumidos en reuniones con sus representantes y técnicos, así como con Guardianes Marinos de la Bahía de Manzanillo, encabezados por Joaquín Cabrera; Manzanillo Ecoaventura, representada por Hicial Blanco; COPADEMA, con Helvio Bejarán, y el empresariado pesquero, con Wiener Varga.
En dichos encuentros, la compañía presentó el proyecto y las organizaciones expusieron sus inquietudes, planteando condiciones mínimas para preservar su forma de vida.
Sin embargo, estas promesas han quedado en simples palabras. La empresa, con su proceder, evidencia un desdén hacia la comunidad, menospreciando su rica tradición pesquera y frustrando las posibilidades de un turismo ecológico que habría impulsado el desarrollo local.
El corazón de la Bahía bajo la sombra del acero
Según el CEBAMDER, la instalación del muelle en el núcleo de la bahía ha alterado drásticamente el entorno marino.
Valenzuela subraya que las vibraciones constantes y el incesante golpeteo mecánico de las grúas han obligado a las especies marinas a dispersarse kilómetros mar adentro, dejando a los pescadores sin capturas y al visitante sin la fauna que anhelaba contemplar.
La actividad pesquera en retroceso
Para la organización, el impacto en la pesca es demoledor: las rutas de acceso se ven restringidas por un muelle provisional y otro definitivo que obstaculizan la navegación, rompen el equilibrio ambiental y socavan la viabilidad económica.
La pesca artesanal, baluarte histórico de la comunidad, se ahoga entre estructuras imponentes que no contemplan las necesidades de la población local ni del turista responsable que busca un entorno prístino.
Lo más alarmante es que, con el muelle en funcionamiento, la actividad pesquera podría encaminarse hacia su desaparición, puesto que el espacio de la bahía será ocupado íntegramente por las actividades empresariales del sector energia.
Un ecoturismo sin futuro
A raíz de las acciones emprendidas por las compañías energéticas, el sueño de un ecoturismo sostenible en la Bahía de Manzanillo y su Parque Manglares de Estero Balsa se esfuma ante un panorama desolador. La construcción del muelle y la planta, sin las debidas salvaguardas ambientales, no solo altera el paisaje marino y degrada los ecosistemas, sino que además anula las posibilidades de ofrecer una experiencia auténtica a visitantes responsables.
Esta situación amenaza con clausurar definitivamente las actividades turísticas basadas en la contemplación, la preservación y la educación ambiental, dejando a la comunidad sin la oportunidad de proteger su patrimonio ecológico y asegurar un futuro económico sostenible.
El Parque de Manglares, herido irreversiblemente
El presidente del CEBAMDER detalla que las medidas adoptadas por Energía 2000 para mitigar el daño resultan irrisorias.
La siembra de 86 plantitas de mangle, presentada como “responsabilidad social”, dista mucho de ser una restauración integral del ecosistema, ya que carece de un plan técnico adecuado. Con esta acción mínima, la empresa ridiculiza las necesidades ambientales y económicas de la comunidad, mientras la pérdida de manglares, humedales y especies marinas avanza sin retorno.
Responsabilidad social: una ilusión rota
Frank Valenzuela, en nombre del CEBAMDER, recuerda que, frente a una inversión millonaria anunciada desde el Palacio Nacional por el presidente de la República, que alcanza 1,700 millones de dólares para una terminal de gas y dos plantas de 400 MW, la destrucción del entorno natural no se compensa con unas pocas plántulas.
Al contrario, queda en evidencia la ausencia de un compromiso real con la sostenibilidad y el bienestar colectivo.
En este contexto, el ecoturismo, planteado como alternativa de desarrollo, se torna una quimera: el paisaje degradado y la pérdida de biodiversidad ahuyentan a aquellos que buscan experiencias genuinas en contacto con la naturaleza.
Humedales golpeados y esperanza marchita
La denuncia del CEBAMDER, articulada por Valenzuela, destaca que los humedales, esenciales para filtrar el agua y sustentar la vida marina, están siendo arrasados por movimientos de tierra y talleres improvisados.
Esta alteración del equilibrio hídrico se traduce en menor calidad del agua, escasez de recursos alimenticios para las especies y el debilitamiento de la cadena trófica, lo que incide en la caída de la pesca y, por ende, en la extinción del ecoturismo.
Un ciclo tóxico que asfixia la Bahía
Valenzuela alerta de que las consecuencias ambientales y sociales se multiplican: mayor riesgo de proliferación de algas nocivas, perturbaciones en la línea costera, fragmentación de hábitats, contaminación química del agua y reducción de la biodiversidad.
Estos impactos, enumerados por el CEBAMDER, tejen un círculo pernicioso que empobrece el medio de vida de los pescadores, anula el atractivo ecoturístico y vulnera las normas de conservación.
La trampa de la pobreza y la migración forzada
La situación descrita no es menor: la pérdida del ingreso pesquero condena a las familias a la inseguridad alimentaria, mientras las oportunidades laborales asociadas al ecoturismo se desvanecen ante un paisaje alterado.
Desde la búsqueda de cultivos alternativos hasta la migración forzada, la comunidad se ve empujada a decisiones extremas que acentúan la precariedad.
Contaminación y desasosiego
Según Valenzuela, esta crisis también se refleja en la frustración y el estrés generados por la incertidumbre económica. Antes, la pesca garantizaba el sustento diario; ahora, los pescadores ignoran cuánto tardarán en recuperar su modo de vida, si es que alguna vez lo logran. El ecoturismo, que pudo haber sido una salida, languidece entre la contaminación acústica, visual y química que azota la Bahía de Manzanillo.
Silencio y abandono
De acuerdo con el Centro CEBAMDER, autoridades y empresa han ignorado las advertencias. La comunidad, al ver truncado su modo de subsistencia, se siente impotente y desamparada.
La pesca local se desmorona, el ecoturismo no despega, y las tradiciones del municipio se disuelven entre grúas y andamios pensados únicamente para el lucro ajeno.
Un daño ecológico permanente
El Centro CEBAMDER, con Valenzuela a la cabeza, advierte que si la planta y el muelle continúan sin modificaciones en plena Bahía de Manzanillo, en el área protegida del Parque Manglares de Estero Balsa, el daño ecológico y social será irreversible. La degradación paisajística, la reducción de especies y el colapso de las cadenas alimenticias impedirán que la bahía conserve ese entorno prístino tan esencial para el turismo ecológico rentable y la pesca artesanal, sustento de generaciones.
A estas problemáticas se suma el riesgo de proliferación de algas nocivas, la alteración costera, la fragmentación de hábitats, la contaminación del agua y la consecuente disminución de la biodiversidad.
Todos estos efectos, enumerados por el CEBAMDER, configuran un círculo vicioso que empobrece la vida de los pescadores, despoja de sentido al ecoturismo y atenta contra las normas de conservación, generando un escenario ambiental y social gravemente alarmante.
Empleos precarios y un daño duradero: el legado incierto de la inversión energética en Manzanillo
Pese a las expectativas que generó la llegada de las empresas energéticas, el impacto real dista de la promesa de empleos de calidad y progreso local. El aumento vertiginoso de los precios de alquiler de una vivienda, en lugar de oportunidades laborales sólidas, se ha convertido en el “principal impacto” para la población.
Mientras los puestos calificados recaen en técnicos extranjeros o procedentes de otras regiones, los habitantes de Manzanillo quedan relegados a empleos precarios: vigilancia temporal, limpieza, pequeños comercios minoristas y venta de alimentos sin estabilidad. A pesar de los anuncios de más de 4.000 empleos directos, ese horizonte nunca se materializó.
La sociedad organizada del municipio incluso solicitó al presidente de la República un centro de formación INFOTEP para capacitar la mano de obra local, iniciativa ignorada que condena a la comunidad a puestos de “tercera categoría” efímeros. Así, mientras estas mínimas ventajas se desvanecen, el daño ambiental y social, fruto de cómo se ejecutan las obras, persistirá para siempre, marcando el porvenir de la bahía y de su gente.
Exigir acciones, no promesas
Frank Valenzuela insiste en que la responsabilidad social reclamada a las empresas energéticas instaladas en Manzanillo, comenzando por Energía 2000, debe ser auténtica y no un simple maquillaje.
El CEBAMDER demanda acciones concretas, no promesas incumplidas ni gestos simbólicos. La restauración ambiental requiere inversión, asesoría técnica, consultas con la comunidad y colaboración de expertos; de lo contrario, el daño será definitivo.
El abismo hacia el que se asoma Manzanillo
Con un panorama lúgubre, marcado por la degradación ambiental, la pobreza creciente y la falta de alternativas, el Centro CEBAMDER y Valenzuela dejan en evidencia el desinterés de Energía 2000 por el bienestar de la Bahía de Manzanillo.
La comunidad observa cómo desaparecen sus redes, sus manglares y sus esperanzas. La empresa, al ignorar el clamor de pescadores y defensores del ecoturismo, compromete el futuro de toda la región, abocándola a un abismo del que será difícil emerger.