Agua: El gran reto en el 2021
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Luis Lujan Cárdenas
El 2020 ha sido un año perdido para el agua y ello afectará ostensiblemente el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Por lo menos, América del Sur, y en especial el Perú, no los cumplirá porque el impacto social de la Pandemia del COVID-19 ha sido sumamente duro. Y que el agua empiece a cotizarse en Wall Street (aún solo en California), como cualquier mercancía, es una daga ―subliminal― del capitalismo clavada en el corazón de la gestión de los recursos hídricos.
(La especulación hará más millonarios y poderosos a los agentes privados, y el agua será un derecho humano que se extinguirá rápidamente, provocando hambrunas, sequías, guerras y desequilibrio ambiental global, acelerando los efectos del cambio climático.
El panorama será muy desolador si es que los organismos internacionales no toman acción y no reordenan el papel de los grandes intereses y su relación con los bienes naturales y sus servicios ecosistémicos).
Decía que el 2021 es un año de grandes e importantísimos retos en el sector hídrico y medio ambiental, y mucho más para los países de América el Sur, que son la gran reserva de agua dulce en el mundo.
Según la Global Water Partnership, casi un tercio de los recursos hídricos renovables están en Sudamérica. Brasil, Colombia y Perú figuran entre los diez países más ricos en agua, pero afrontan paradójicamente sequía, estrés hídrico, deforestación, contaminación, además de alta vulnerabilidad al cambio climático debido a una gestión gubernamental deficiente por múltiples factores signados por su singularidad geopolítica, histórica y cultural.
La pandemia del coronavirus le dio un respiro momentáneo a la naturaleza, al agua, el aire y los bosques amazónicos contaminados y depredados durante siglos por la voracidad de la demanda extranjera, pero ahora desgraciadamente vuelven al lamentable estado inicial, debido a la ausencia de políticas públicas que bien pudieron mitigar, paliar, controlar, retardar, detener el daño antropogénico en un singular momento histórico que difícilmente volveremos a tener, espero.
Muchos argumentarán que la orientación de la atención pública hacia la gestión de la pandemia era lo más correcto y urgente, pero bien pudo hacerse en paralelo con la gestión ambiental, porque el agua y los ecosistemas son lo más preciado e importante para el desarrollo sostenido, la vida y el futuro de la región, y por supuesto el planeta.
La pandemia termina con la vacuna; la escasez del agua y la destrucción de la naturaleza demanda una solución compleja y urgente a largo plazo, cuyo antídoto es una gestión eficiente con sentido humano.
El agua oportuna y limpia en todos los hogares mejorará la condición social y prevendrá futuras epidemias y enfermedades; las fuentes naturales como ríos, lagos, lagunas, nevados, acuíferos, etc. bien cuidados y protegidos harán renacer la naturaleza como una gran planta; y ya no miraremos el futuro con temor, sino con esperanza.