¿Cómo pueden las cigarras saber de números primos?
Cada diecisiete años los residentes del nordeste de Estados Unidos sufren los efectos devastadores de un tipo de cigarra, la Magicicada septendecim. Durante semanas enjambres de estas cigarras –hasta medio millón por cada hectárea de tierra– se pasan el día aparándose y cantando antes de morir y cubrir la tierra con sus crujientes exoesqueletos.
Los habitantes de esa zona de Estados Unidos ya están acostumbrados a esta excentricidad de la naturaleza. Cada diecisiete años ya saben lo que se les viene encima. En cualquier caso, no deja de ser curioso que esta cigarra haya confiado su supervivencia a un número primo y no a otro número.
Recordamos que los números primos son aquellos números naturales mayores de la unidad y que tan sólo son divisibles por uno y por él mismo. Los primeros números primos son 1,2,3,5,7,11,13,17… y así hasta el infinito.
¿Un código oculto de la naturaleza?
Imagino que muchos se preguntaran por el capricho de estas cigarras. Pues vamos a ello. Tener un ciclo biológico basado en un número primo no es caprichoso y concede, sin duda, una ventaja biológica para la preservación de la especia. Esta capacidad, de digamos temporización, hace que el insecto sea más esquivo a sus depredadores y esto le ayuda a evitar la extinción.
Vamos a un caso práctico, imaginemos que el ciclo biológico del depredador fuese de dos años y el de la cigarra fuese divisible por dos, en tal caso ambos animales coincidirían regularmente, poniendo en peligro la especie.
Igualmente le pasaría si fuese múltiples de tres o cinco, por eso lo mejor, para evitar tener encuentros desagradables, es tener un ciclo biológico basado en un número primo. Admitamos que el depredador tiene un ciclo de dos años, solo se encontraran cada treinta y cuatro años, y si fuese de ocho la cifra se elevaría hasta los ciento treinta y seis años; por otra parte, ningún depredador podría devorar tantas cigarras, a pesar de darse un verdadero festín no podría con todas, antes moriría empachado.