Receta de Finlandia para educar niños más felices y más preparados: jugar (sobre todo al aire libre)
Jon Henley / Philip Oltermann / Sam Jones / Angela Giuffrida
Cada mañana, Arja Salonen lleva a su hijo de cinco años, Onni, a una guardería de Espoo, al oeste de Helsinki, donde pasará las siguientes ocho horas haciendo lo que los educadores finlandeses creen que deben hacer todos los niños y niñas de su edad: jugar.
En Finlandia, la escuela y el aprendizaje formal no comienzan hasta los siete años. Antes de esa edad, las preocupaciones de los niños no son la lectura, la escritura o la aritmética ya que, como indica Salonen, que es profesora de secundaria en la capital, tienen que «aprender cosas más importantes». Entre ellas, dice, están la de hacer amigos, comunicarse, ser activos, ser creativos, explorar el exterior y gestionar el riesgo. «En Finlandia creemos que los niños deben ser niños, y eso significa jugar, incluyendo, en la medida de lo posible, al aire libre», afirma.
Según el experto en pedagogía finlandés Pasi Sahlberg, el objetivo principal de la guardería, a la que asiste alrededor del 75% de los niños de tres a cinco años, no es «preparar a los niños para la escuela desde el punto de vista académico, sino asegurarse de que sean personas felices y responsables». Es una filosofía que se extiende por todo el sistema escolar finlandés, que suele figurar en los primeros puestos de las clasificaciones mundiales de educación infantil. «Los niños deben jugar también en la escuela», dice Salonen. «Es importante no solo social y físicamente, sino mentalmente. Se concentran mejor».
En Finlandia, jugar es una actividad fundamental y evaluada por profesores
Los educadores finlandeses creen que el juego, tanto el libre como el dirigido por los profesores, fomenta las aptitudes para la vida y el aprendizaje, y mejora la capacidad de atención, de resolución de problemas y de perseverancia. El juego al aire libre se valora especialmente, con un descanso de 15 minutos al aire libre cada hora hasta la escuela secundaria.
En Finlandia, jugar se considera una actividad tan fundamental que es evaluada por los profesores. Con ella aprenden a gestionar el riesgo y a asumir responsabilidades, competencias que la sociedad finlandesa fomenta hasta el punto de que es habitual que incluso los niños de siete años vayan solos a la escuela.
En resumen, escribe Sahlberg, «la visión de Finlandia puede impulsar las notas y el aprendizaje de todos los alumnos, así como su desarrollo social, su desarrollo emocional, su salud, su bienestar y su felicidad. Puede reducirse a una sola frase: dejad que los niños y las niñas jueguen».
Explica que el juego es una necesidad que ha quedado todavía más de manifiesto en la reapertura de las escuelas tras el confinamiento por la pandemia, ya que el juego reduce el estrés, fortalece la resistencia y permite a los niños volver a tejer relaciones mediante la actividad física: «Necesitan eso mucho más de lo que necesitan la presión académica, los trabajos puntuados y el tiempo excesivo de pantalla».
El confinamiento ha provocado «muchos daños colaterales» para los niños
La pandemia también ha evidenciado la importancia del juego en Alemania, donde -aunque los parques infantiles han permanecido abiertos desde el final del primer confinamiento- muchos padres y médicos pediatras afirman que las necesidades de los niños han estado en el último lugar de la agenda del gobierno durante toda la crisis.
En declaraciones a RedaktionsNetzwerk Deutschland, Johannes Hübner, director adjunto del Hospital Infantil Universitario de Múnich, ha indicado que la reducción de la interacción social y la falta de ejercicio físico durante el confinamiento han comportado «muchos daños colaterales» para los niños. A finales del año pasado, el Deutscher Kinderschutzbund, un grupo que defiende los derechos infantiles, hizo una exitosa campaña contra los planes del Gobierno de restringir la interacción social entre los niños menores de 14 años. Posteriormente, se descartó una norma que pretendía limitar las reuniones a un máximo de dos niños.
«Jugar con otros niños de edad similar es esencial para su desarrollo», afirma el director del grupo, Daniel Grein. «Los niños necesitan a otros niños. Es acertado y positivo que a lo largo de la pandemia se haya hablado tanto de la salud y la educación de los niños.»
El sistema educativo español no deja tiempo para jugar
No todos los sistemas educativos de Europa son como el de Finlandia, que sitúa la igualdad en su centro, prohíbe los exámenes formales hasta los 18 años y evita que los padres elijan, la selección, la distribución por capacidades y las tablas de clasificación. Pero incluso en los países donde los exámenes y la competencia son la norma, cada vez se reconoce más la importancia del juego.
Aunque en España la escuela no es obligatoria hasta los seis años, la mayoría de los niños empiezan en la guardería o en el parvulario mucho antes para que sus padres puedan trabajar. Antes de los seis años, la educación se divide en dos etapas: hasta los tres años y de los tres a los seis.
«En general, hay un componente lúdico muy grande en esas dos etapas», señala Katia Hueso, profesora, autora y defensora del aprendizaje al aire libre. «Pero cuando los niños entran en la segunda etapa, se introducen contenidos y empiezan a trabajar de forma más estructurada. El juego empieza a pasar a un segundo plano». Hueso señala que el juego libre es bastante inusual en el entorno escolar. «Existe, sobre todo en el recreo, pero no es algo que se vea mucho en el aula». Algunos profesores utilizan los libros de texto para enseñar a los niños de hasta seis años.
Sin embargo, el modo de vida de parte de los españoles, con muchas familias en pisos con espacios exteriores comunes, fomenta el juego al aire libre. «Somos una cultura al aire libre», dice Hueso. «Eso es transversal a todas las edades y los niños y niñas se benefician de esa cultura del aire libre».
Elena Martín, catedrática de Psicología y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid, afirma que el sistema educativo español suele estar «apegado al concepto de que el aprendizaje tiene que ser una actividad ‘seria’. Así que la idea del juego no encaja fácilmente en eso, excepto cuando se trata de la educación infantil».
El juego es «un componente que falta en la primera etapa de la escuela primaria», subraya Martín. «Es muy difícil encontrar profesores que lo incluyan conscientemente en sus horarios para niños de ocho años». Las próximas reformas en educación pretenden poner más énfasis en la investigación y la flexibilidad pero «mucho dependerá de la formación del profesorado».
Un alcalde italiano prohibió los deberes en verano
Algunos países están todavía muy lejos del debate. Los niños italianos comienzan la educación formal a los seis años, y los padres pueden elegir un horario, tanto en primaria como en secundaria, de 8.30 a 13 horas (con un descanso de 20 minutos) o de 8.30 a 16.30 horas. Los que tienen el horario más corto se van a casa a comer y tienen deberes cada día, mientras que los que tienen el horario más largo, que también tienen un descanso por la mañana, comen en el comedor escolar y hacen los deberes los fines de semana.
«El horario de jornada completa es preferible, ya que los niños pueden aprender a un ritmo más relajado», dice Liliana Bonfiglio, madre de dos hijos en Roma. «Así pueden dedicar tiempo después del colegio a otras actividades».
Sin embargo, la carga de deberes ha sido a menudo motivo de preocupación, sobre todo durante las vacaciones. Luca Barone, alcalde de la ciudad sarda de Mamoiada, llegó a prohibir los deberes durante las largas vacaciones de verano. En su lugar Barone animó a los niños a «dar largos paseos y ver el amanecer». «Fue más un gesto simbólico que una norma de obligado cumplimiento. Los niños deben tener tiempo para aprender por sí mismos sobre el mundo que les rodea», dice el alcalde.
Traducido por Emma Reverter de The Guardian. Reino Unido.