Lélia Gonzalez: una pensadora brasileña

10-02-2021
Cultura
Ojalá, República Dominicana
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Raquel Barreto
Tomado de rebelion.org

No se nace negro, se llega a serlo. Es una dura y cruel conquista que se desarrolla en la vida de las personas. De ahí la cuestión de la identidad. Esta identidad negra no es algo acabado. Así que, para mí, una persona negra consciente de su negritud está en la lucha contra el racismo. Las otras son mulatasmarronspardas [1], etc.

Este fragmento se encuentra en una declaración de Lélia de Almeida Gonzalez, publicada en 1988.

Lélia fue una filósofa, antropóloga, profesora, escritora, intelectual, militante del movimiento negro y feminista. En su trayectoria, la teoría y la práctica se conectan orgánicamente.

Su producción tiene una importancia fundamental para el pensamiento social brasileño. Su obra destaca el protagonismo negro, especialmente de las mujeres negras, en la formación sociocultural del país. Sin embargo, se lee y se conoce poco sobre esta pensadora.

Lélia nació en Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais, en 1935, en una familia de pocos recursos económicos, y fue la penúltima de 13 hijos.

En 1942, se trasladó con su familia a Rio de Janeiro porque su hermano, el futbolista Jaime de Almeida, firmó un contrato con el club deportivo Flamengo, uno de los más grandes del país.

En una trayectoria poco habitual para las mujeres negras en los años 50, consiguió entrar en la universidad.

Estudió Historia y Geografía (1958) y Filosofía (1962) en la antigua Universidade do Estado de Guanabara (actual Universidade do Estado do Rio de Janeiro – UERJ).

Lélia Gonzalez durante una movilización en Rio de Janeiro en el año 1983. Créditos: Januário Garcia, tomada de Capire

Militancia

Lélia fue pionera y líder del movimiento negro brasileño. Participó en el Instituto de Investigación de las Culturas Negras, el IPCN, una de las primeras organizaciones del movimiento negro contemporáneo.

También fue una de las fundadoras del Movimiento Negro Unificado, el MNU, habiendo participado en el acto histórico del movimiento, realizado en frente al Teatro Municipal de São Paulo el 7 de julio de 1978.

En 1983, creó con otras mujeres negras el Nzinga – Colectivo de Mujeres Negras, en Rio de Janeiro. Además, fue la primera mujer negra que viajó al extranjero como representante del movimiento negro brasileño, en 1979.

En su percepción, la política comprendía tanto la militancia colectiva de base, en los movimientos sociales, como el ámbito institucional. Por este motivo, en dos ocasiones se presentó a cargos legislativos. En 1982 se presentó como candidata a diputada federal por el Partido de los Trabajadores (PT).

Más tarde, en 1986, como diputada en Rio de Janeiro por el Partido Democrático Laborista (PDT por sus siglas en portugués). No fue electa en ninguno de los intentos, pero tuvo una votación expresiva en su primera elección, convirtiéndose en la primera suplente de la bancada del PT. También integró la formación original del Consejo Nacional para los Derechos de la Mujer (CNDM), creado en 1985.

Debido a su actuación y protagonismo, Lélia fue “observada” en algunas ocasiones por el Departamento de Orden Político y Social, el DOPS, la agencia de inteligencia policial que torturaba a los disidentes durante la dictadura militar en Brasil. Se encuentran menciones a ella en algunos documentos. Sin embargo, nunca fue interrogada ni detenida o torturada.

El momento más intenso de su militancia se dio durante el periodo de la Dictadura Militar (1964-1985), que prohibió, entre otras cosas, la organización política de la sociedad civil.

La Ley de Seguridad Nacional de septiembre de 1967, en su artículo 39, párrafo VI, caracterizaba como delito “incitar públicamente al odio o a la discriminación racial”, con detención de 1 a 3 años.

Lo que, en realidad, podría ser utilizado contra el movimiento negro, ya que denunciar el racismo, desvelar el mito de la democracia racial, podría ser considerado una amenaza al orden social, un incentivo al antagonismo y una incitación al prejuicio.

Cabe resaltar que tanto Lélia como el movimiento negro combatían categóricamente el mito de la democracia racial, basado en la idea del “contacto armonioso” entre portugueses, africanos e indígenas, que borraba la violencia de esas relaciones y rechazaba la existencia del racismo.

El mito era un símbolo de la identidad nacional brasileña, sustentado en una visión armoniosa de la nación y adoptado por los militares al mando del país, pero también idealizado por los propios brasileños.

Lélia Gonzalez en Rio de Janeiro, años 1980s. Créditos: Capire

Pensamiento

Cuando comenzó su militancia en el movimiento negro a mediados de los años 70, Lélia ya tenía una carrera como profesora, investigadora y bien relacionada en los círculos intelectuales y culturales cariocas. En 1975, participó en la fundación de la Escuela Freudiana de Rio de Janeiro, una de las primeras instituciones de difusión del pensamiento lacaniano en Brasil, y enseñó en varias instituciones de enseñanza superior de Rio de Janeiro.

Creó el primer curso institucional sobre Cultura Negra en la Escuela de Artes Visuales Parque Lage, en 1976, en Río de Janeiro, un lugar de encuentro para artistas e intelectuales con una visión crítica de la realidad brasileña.

Escribió un número considerable de artículos y ensayos. Publicó dos libros: Lugar de negro, en 1982 (en coautoría con el sociólogo argentino Carlos Hasenbalg) y Festas populares [Fiestas populares], en 1989. Entre sus otras publicaciones hay textos y reflexiones esenciales para consolidar una teoría del feminismo negro brasileño y del pensamiento social brasileño.

A lo largo de casi tres décadas, Lélia trató de temas expresivos, recurriendo a las matrices del pensamiento occidental y africano. Exploró distintas teorías como el afrocentrismo, el marxismo y el existencialismo.

Dialogó con áreas de conocimiento como antropología, sociología, historia y filosofía. Desarrolló un pensamiento original sobre la formación sociocultural brasileña, desde la centralidad de los sujetos negros, especialmente las mujeres negras.

Para ella y los demás intelectuales negros de su generación era un imperativo crear un pensamiento propio. Desde sus planteamientos, mostró cómo las teorías tradicionales de las Ciencias Sociales eran incapaces de explicar la experiencia negra brasileña. Por ello, desarrolló sus propias categorías/conceptos de análisis.

Las ideas de Lélia están relacionadas con los movimientos sociales, el contexto histórico, los lugares por los que circuló y las personas con las que dialogó. Sus pensamientos no se distanciaron del momento en que vivió.

La pensadora criticaba la importación mecánica del discurso y la teoría negra estadounidense, para que no se reprodujera una lógica de dominación cultural, ya que la experiencia brasileña era distinta. Para Lélia, era necesario que los negros brasileños examinaran su interior, su experiencia y su realidad cultural, y no la de los extranjeros.

Según ella, el modelo afrobrasileño no estaba ni en África ni en Estados Unidos, sino en su propia experiencia histórica, local, en las resistencias políticas, culturales, en la memoria del Quilombo dos Palmares[2].

La autora no ignoraba la importancia de África para los brasileños, sino que planteaba una posible recreación. “África es algo muy diferente de lo que imaginamos, distinta, sobre todo de lo que imaginan los afroamericanos. Una de las cosas que solía reprocharles es la siguiente: tu África es un sueño, no existe. Aquí en Brasil tenemos un África con nosotros, en nuestro cotidiano. En nuestras sambas, en la estructura del candomblé, en la macumba…”.

Su producción reflexionó críticamente sobre el lugar de los negros en la cultura brasileña, tradicionalmente considerada como el lugar del folclore, la locura, la niñez, lo primitivo.  Ya que los sujetos africanos “llevados” al Nuevo Mundo fueron tratados como una masa anónima de personas sin cultura, que sólo tenían una capacidad: la fuerza de trabajo.

Desde una perspectiva innovadora, elaboró una interpretación de la cultura brasileña que rompió con la dicotomía “colonizador vs. colonizado”. Y le dio a los colonizados un protagonismo en la transmisión de valores civilizatorios a nuestra formación cultural.

Atribuyó a la madre negra, folklorizada, la función maternal de la cultura brasileña, al transmitir los valores africanos a los brasileños. “La mujer negra es la responsable de la formación de un inconsciente cultural afrobrasileño. Transmitió los valores culturales negros, la cultura brasileña es eminentemente negra, este fue su principal papel desde el comienzo”.

La autora introdujo elementos relevantes para la caracterización del racismo en Brasil, que se constituyó “como la ‘ciencia’ de la superioridad eurocristiana (blanca y patriarcal), ya que estructuró el modelo ario de significación (…) y sigue orientando la mirada de la producción académica occidental”.

Lélia ha sido reconocida por su papel pionero en la creación de una teoría del feminismo negro en Brasil, anclada en referencias y experiencias históricas, en intercambio con otras mujeres negras, articulando raza, género y clase. Basándose en la teoría y la práctica, se preocupó por vincular la experiencia de lo vivido (colectivamente) con la observación y la teoría.

“Al reivindicar nuestra diferencia en tanto mujeres negras, en tanto amefricanas[3], bien sabemos que llevamos las marcas de la explotación económica y de la subordinación racial y sexual. Por eso también llevamos la marca de la liberación para todos y todas. Por tanto, nuestra consigna debe ser: ¡organización ya!”.

Lélia Gonzalez y Angela Davis en Baltimore, en el año 1985. Créditos: Capire

Legado

Hace 26 años, en julio de 1994, Lélia partió hacia el mundo de Orun, que según la tradición yoruba corresponde al mundo espiritual (mientras que Aiyé corresponde al mundo físico).

Pese a su relevancia intelectual y política, ha recibido tímidas menciones. Todavía no se reconoció su producción. Esto no es sorprendente, ya que las referencias académicas de las Humanidades siguen profundamente marcadas por una lógica eurocéntrica que jerarquiza el conocimiento y privilegia sólo un aspecto del pensamiento, el occidental.

Cabe mencionar que en Brasil hay una dualidad permanente entre borrar y blanquear la presencia negra de autoría propia o intelectual. El escritor Machado de Assis es el caso más notorio del blanqueamiento.

Ya los intentos de borrar la presencia negra, en cambio, son innumerables, y resultan de una política del olvido que, según la socióloga Angela Paiva, se trata de un “mecanismo por el cual se borra de la memoria de las nuevas generaciones la contribución académica de los autores negros”.

En este sentido, se puede entender por qué no hay referencias a la producción de Lélia y de otros pensadores brasileños como Beatriz Nascimento, Clóvis Moura, Eduardo de Oliveira e Oliveira, Guerreiro Ramos, Virgínia Bicudo y muchos otros.

Una de las probables razones de esta supresión es que se les acusa de producir un conocimiento posicionado, es decir, comprometido con una enunciación política del lugar desde el que se produce el conocimiento. Según Lélia, “es importante señalar que la emoción, la subjetividad y otras atribuciones dadas a nuestro discurso no implican la renuncia a la razón, sino una forma de hacerla más concreta, más humana y menos abstracta y/o metafísica. En nuestro caso, se trata de otra razón”.

En el día de su cumpleaños[4], la mejor manera de rendirle homenaje es reconocer su contribución epistemológica a la descolonización de las premisas eurocéntricas en la producción de conocimiento. Y sobre todo, leer su obra.

Notas

[1] Términos históricamente utilizados para clasificar a los negros de piel clara en una compleja construcción racista que buscaba simultáneamente borrar las identidades negras y promover una idea de mestizaje de la población brasileña. Si bien los términos marrom [literalmente marrón] y mulato no sean adoptados en el ámbito institucional, el término pardo aún se utiliza hoy en día en las estadísticas y en el censo oficial de Brasil, componiendo, junto con los negros, la población afrodescendiente brasileña.

[2] Los quilombos son comunidades de resistencia y refugio para los negros esclavizados durante la época de la esclavitud en Brasil. Palmares es un símbolo de esta resistencia y fue uno de los quilombos más importantes de la historia del país. Se calcula que llegó a tener 20.000 personas en su apogeo, en la segunda mitad del siglo XVII.

[3] Amefricanidade: Una categoría planteada por Lélia Gonzalez para denominar la raza a nivel continental, articulando las voces, formas de resistencia, el lenguaje, las experiencias políticas y narrativas de los pueblos afrodescendientes y originarios. “La categoría de amefricanidade encarna todo un proceso histórico de intensa dinámica cultural (…) afrocéntrica”, dice Lélia en su ensayo A categoria político-cultural de amefricanidade [La categoría político-cultural de la amefricanidade], 1988.

[4] Este texto se publicó originalmente en el portal virtual de la revista Cult el 3 de julio de 2019, en el marco del 25 aniversario de la muerte de Lélia Gonzalez. En el caso de Capire, se hicieron pequeños cambios en el original para celebrar su cumpleaños. Este año, el 1 de febrero de 2021, Lélia Gonzalez cumpliría 86 años.

Raquel Barreto es historiadora. En 2005 escribió su primera tesis de maestría sobre Lélia Gonzalez. Participó en el proyecto colectivo de publicación independiente del primer libro póstumo de autoría de Lélia, Primavera para as Rosas Negras (UCPA, 2017). Actualmente está realizando su doctorado en historia y lleva a cabo una investigación sobre el Partido Panteras Negras y las relaciones entre visualidad, política y poder (1966-1974).

Traducido del portugués, para Capire, por Luiza Mançano