Conflictividad social y violencia institucional
⏱2 min
No es posible vivir sin conflicto. Este es inherente a nuestra propia naturaleza social. Nuestro propio cuerpo vive en continúa conflictividad entre una célula que muere y otra que nace.
El conflicto en sí mismo no es malo. Por el contrario, pudiera ser hasta una gran oportunidad para redescubrirnos a nosotros mismos y a los demás.
El gran desafío está en cómo abordarlo, en cómo manejarlo, de forma que evitemos que se convierta en violento, en destructivo, en que haga daño a uno mismo o al otro.
Por nuestra naturaleza humana, estamos obligado y destinado a convivir en sociedad, por lo cual debemos desaprender y aprender a manejar nuestra propia conflictividad social, y para ellos debemos dotarnos de una cultura basada en la tolerancia.
Esta cultura pasa obligatoriamente por entender que debemos estar unido en la diversidad, que somos iguales, pero distintos y que nuestras diferencias nos fortalecen, en vez de debilitarnos.
¿Cuáles son los desafíos de esta nueva convivencia social?
Primero: Que no somos educados para vivir en el conflicto, en el marco de la tolerancia, sino por el contrario, para la confrontación desenfrenada, y por ello tantas expresiones de violencias por cualquiera simpleza, tanto en las calles, en los hogares, como en el trabajo.
Segundo: El Estado le responde a la violencia social con más violencia institucional, generando una rabia colectiva que en un momento determinado puede llegar a explotar.
La convivencia humana tiene que sustentarse en el marco de la lógica: Ganar-Ganar. Pero esto forma parte de una cultura que hay que ir construyendo como parte de un proceso que va de lo individual a lo colectivo, donde vayamos dotándonos de paciencia, capacidad reconciliatoria, tolerancia y propositividad.
El respeto a las autoridades no puede ser generado por el temor. Debe ser el resultado de una nueva lógica de gerencial la autoridad, donde el reconocimiento y el respeto al otro sea esencial para mantener relaciones basadas en la justicia y equidad.
Tenemos que apostar por una sociedad donde la autoridad no sea sinónimo de jefe, autoritarismo, verticalidad, imposición. Se impone una nueva lógica de gerencial: la autoridad, comenzando por entender que esta es transitoria, que no es una herencia, que nos vamos y que vienen otros, y que debemos dejar huellas por todo nuestro transitar.
El principio de autoridad debe de sustentarse en el respeto a los demás, en el ejemplo como testimonio de nuestras vidas. No hay que tener temor a equivocarse. La equivocación también nos enseña y nos da lecciones. Lo malo es creer que somos perfecto.