Argentina: se acumulan las denuncias de censura en espacios culturales oficiales
El cineasta, historiador y docente Goyo Anchou es portavoz de una grave denuncia contra el Gobierno. Recientemente, según cuenta, se dirigió a un espacio cultural dependiente del Ejecutivo para la realización de un ciclo de películas nacionales, y los programadores le recitaron un «código de censura» -incluso lo llamaron así- que implica la exclusión de cinco puntos de las programaciones: temáticas LGBT, feministas, críticas a la dictadura, defensas del gobierno anterior y participación de Lali Espósito.
Por lo que pudo ir reconstruyendo, se trataría de un lineamiento general -no formal, claro- que abarca a centros culturales que dependen directamente del Ejecutivo.
«Si no podemos hacer nada para que no siga pasando por lo menos hay que decirlo para saber dónde estamos parados», dice a Página/12. La Secretaría de Cultura no dio explicaciones al respecto.
Después de haber relatado el hecho en un posteo de Instagram, el realizador recibió mensajes de otras personas que pasaron por lo mismo. No obstante, nadie más que él habla con nombre y apellido. Incluso fue cuestionado en el entorno por haber hablado. «El clima es de mucho miedo, de ‘no te metás, no digas nada’.
«Las microdinámicas del fascismo ya están acá. Es algo que pasa hace meses. Soy la segunda persona que hace referencia a códigos de censura que circulan. El primero fue Franco Torchia, que advirtió (en mayo) de una bajada de línea en relación al contenido LGBT en el sistema de radio y televisión argentina», recuerda.
En aquel posteo, publicado el viernes pasado, omitió información sensible que pudiera perjudicar a los trabajadores, a quienes quiere cuidar de la exposición por las consecuencias que pudiera traer. Por eso no explicitó, por ejemplo, dónde ocurrió el episodio.
Torchia había revelado que, por orden expresa pero no escrita, los medios públicos nacionales no pueden repetir ni abordar contenidos vinculados a temáticas de género y la última dictadura, entre otras. Anchou conecta lo que vivió en carne propia con este antecedente.
El jueves de la semana pasada fue con otro amigo realizador a una de las casas de cultura oficiales que tiene el gobierno nacional en Buenos Aires para conversar sobre un ciclo extendido de películas nacionales. En ese marco los programadores le «recitaron» el código.
«Es la primera vez que nos sucede», se disculpó uno. «Trabajamos acá desde siempre y nunca nos habían supervisado la programación de esta manera», planteó otro, dando a entender que continuaban en sus puestos desde la anterior gestión.
«Si bien no es la primera vez que lo escucho en relación a las dependencias de cultura de Nación, lo sentí, físicamente, como un golpe en la boca del estómago y pensé, puto que soy, que así deberían sentirse los judíos alemanes cuando, en la década de 1930 veían que, progresivamente, se les iban cerrando las puertas alrededor. Mi amigo, varón hetero cis, quedó estupefacto ante la prohibición de material que criticara a la dictadura militar. Todos estuvimos, en esta reunión, de acuerdo en que NUNCA MÁS pensábamos que íbamos a vivir esto», escribió el realizador de ¡Homofobia!, quien fue programador del Festival de Cine de Mar del Plata,y llamó a la comunidad artística a organizarse y generar «movidas, articulaciones, situaciones de resistencia cultural y circuitos de espacios liberados».
Esta «bajada de línea del Ejecutivo Nacional» afectaría a los espacios que dependen directamente de él, lo cual explicaría por qué instituciones como el Centro Cultural Haroldo Conti quedan excluidos de estas presiones (depende de Justicia).
Lo mismo pasaría con las que dependen del INCAA, que es un ente autárquico. Por ahora la hipótesis abarca a CABA. Cierta resistencia o artilugios para evadir la censura pueden estar derivando en excepciones en cuanto a la aplicación del código, según dan a entender las fuentes consultadas para esta nota. Anchou desconoce si la censura está pensada sólo para el cine o incluye a otras disciplinas.
Consultada por este medio, la Secretaría de Cultura no dio explicaciones al respecto. BigBangNews publicó que fuentes del CCK confirmaron la existencia de las prohibiciones.
Preservando su identidad, un programador de festivales de cine que trabaja en el ámbito independiente, confirma la denuncia: «Constantemente hablo con programadores sobre lo que sucede en salas nacionales de la capital, porque busco salas para festivales por sus condiciones técnicas. Lo que dice Goyo es verídico. Me lo han dicho varias personas de, por lo menos, cuatro centros culturales. Más o menos desde marzo sabemos que esto sucede.
Es explícito, se da en charlas cara a cara, se dice off the record, circula por los pasillos. Hay cierta prevención con programadores que trabajamos con ciertos temas. Algunos programadores de los espacios oficiales me dicen que ni proponga películas; otros, que disfracemos las cosas. Ven amenazada la continuidad de sus puestos».
La única opción que queda, entonces, es «esquivar la censura», «disfrazando» el carácter de los ciclos, «dibujando sinopsis», «no levantando mucho la perdiz». Esto, dice el hombre, nunca antes le había pasado.