La esencia del CIM según Agustín Lage: “Asumir la ciencia como un proceso social”


Si se habla de empresa de alta tecnología en Cuba, de ciencia y desarrollo; si se quiere escribir lo que ha sido la lucha contra el cáncer desde la biotecnología, habrá que hablar del Centro de Inmunología Molecular (CIM).

Pero si se va a narrar la epopeya de esta nación del Caribe “pariendo” cinco vacunas propias contra el coronavirus, en medio una de las peores pandemias que ha sufrido la humanidad, habrá que dedicarle espacio al CIM, el único centro en todo el país con capacidad a escala industrial para producir proteínas recombinantes en células de mamífero, un paso esencial en la obtención de las vacunas Soberanas.

Si se quiere buscar ejemplos de continuidad generacional, de transmisión de saberes como un proceso natural que sostiene la concepción de hacer ciencia de excelencia en Cuba, también habrá que dejar un espacio a esta institución científica, que justo hoy 5 de diciembre arriba a sus 27 años de creada.

A sus mujeres y hombres, a sus jóvenes, los hemos visto en estos veinte meses de angustia crecerse más, porque hay ejemplos que se aprehenden y aprenden. Porque es un colectivo que ha entendido que la buena ciencia no se construye desde individualidades, sino desde un esfuerzo conjunto y una meta común.

Esa es una premisa que el prestigioso inmunólogo Agustín Lage Dávila, fundador y director durante 25 años del CIM predica y defiende. Conversar con él es dialogar con la modestia, con esa que se antoja “la principal virtud de un científico”, y es también desentrañar las esencias del CIM, su casa. Habla de ciencia y nación, de desafíos y metas, de lo hecho y lo que está por hacer, del relevo y su rol en esta obra hermosa que comenzó a construirse hace mucho y que ha sido bálsamo en estos tiempos inciertos de virus y pandemia.

Ciencia y nación

Agustín Lage no habla de sí mismo, sino de la ciencia, que es, a su juicio, “un proceso social”. Va mucho más allá, cuando afirma que “existe un vínculo entre la ciencia y el surgimiento del concepto del cubano, de la nación”.

Agustín Lage  en el área del CIM donde actúan las tecnologías de fermentación mediante biorreactores tipo tanque agitado. Foto: Ladyrene Pérez / Archivo de Cubadebate

“La aspiración del desarrollo científico estuvo vinculada a los orígenes de la nacionalidad cubana. Ese es un tema poco tratado, pero cuando empiezas a ver la obra de Félix Varela, de José Martí… te das cuenta que para el surgimiento de la nación cubana la batalla de las armas empezó en 1868, pero hubo 50 años antes donde la rebelión contra el colonialismo fue una batalla de ideas. Por ejemplo, la lucha de Félix Varela fue por sustituir la educación escolástica por una educación científica. Eso está en la semilla de la nación y siento que hay que sistematizar ese conocimiento. La Academia de Ciencias de Cuba es dos años anterior a la Academia de Ciencias de Estados Unidos, es decir, de 1863. De hecho, es la primera academia electiva (elige a sus académicos por méritos) que se funda en el mundo fuera de Europa”.

Es justo ahí donde comienza, para el doctor Lage, el fenómeno de la ciencia cubana como proceso social, que tiene su máximo punto de despliegue con la revolución socialista de 1959. “Se multiplica, fíjate que la frase de Fidel que todos repetimos, de que el futuro de Cuba tiene que ser un futuro de hombres de ciencia, es de 1960, un año anterior a la campaña de alfabetización. Quiere decir que prácticamente entre las primeras ideas del proceso revolucionario, junto con la reforma agraria, la soberanía nacional, la justicia social, está el desarrollo científico y ello no es solamente una declaración. Ahí está la coherencia de las acciones. La campaña de alfabetización, la siembra de escuelas en todo el país, las universidades en cada provincia, la edición de libros de texto… Hoy tenemos 41 universidades, en un país pequeñito, más de 120 centros universitarios municipales; 214 instituciones de ciencia…”.

Una de las cosas más singulares de Cuba y su Revolución es esa idea tan temprana del papel que tiene la ciencia en el proceso revolucionario, dijo.

El Centro Nacional de Investigaciones Científicas (Cenic), se inauguró en el año 1965 y es el punto de origen de otros centros de ciencia y tecnología. “La gente mayor se acuerda que ese fue el año de la lucha contra bandidos, había bandas contrarrevolucionarias en todas las provincias del país, estábamos en guerra y, sin embargo, ya se pensaba en la ciencia. En el 1966 surgen los institutos de salud pública, no había ninguno y llegamos a tener 13 institutos; los de la rama agropecuaria también… Eso es una manifestación de lo que tiene que ser un liderazgo revolucionario”, apuntó.

“Por ese camino llegamos al Polo científico y a la biotecnología cubana, donde la primera institución se fundó en el año 1981, para producir el interferón. Esa es una fecha muy importante, porque la primera empresa biotecnológica que existió en el mundo se fundó en Estados Unidos en 1977; prácticamente comenzamos –las principales empresas biotecnológicas norteamericanas se fundaron en los ’80– a la par que la biotecnología en el mundo. Se fundaron aquí centros como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología en 1986 y eso es otro elemento de coherencia con la visión del desarrollo científico”.

“En 1993, Fidel, en Santiago de Cuba, expresa que la ciencia y las producciones de la misma, tienen que ocupar algún día el primer lugar en la economía nacional. Es en este mismo año que inició el periodo especial, que nuestra economía se desplomó, y es justo en ese contexto que el Comandante vuelve a hablar de problemas de la ciencia, de las relaciones de esta con la economía. El Centro de Inmunología Molecular (CIM) se inauguró en 1994, año muy crítico desde el punto de vista económico, y su origen es el grupo del Instituto de Oncología, que empezó a hacer los anticuerpos monoclonales. Allí se apareció Fidel un día, empezó a caminar y a hacer preguntas, y de ahí salió la decisión del CIM”, relató.

García Márquez decía que Fidel era un hombre incapaz de concebir una idea que no fuera colosal, descomunal, y así es. En varias ocasiones tuve la experiencia de llegar con una propuesta a donde estaba y Fidel multiplicarla por tres, por cuatro o por diez, cuenta Lage. Foto: Cortesía de BioCubaFarma.

De esa época, el doctor Agustín Lage Dávila relata: “Tuve la oportunidad de estar en reuniones con Fidel de cinco horas. Él haciendo preguntas para entender el proceso de la biotecnología. García Márquez decía que este  era un hombre incapaz de concebir una idea que no fuera colosal, descomunal, y así es. En varias ocasiones tuve la experiencia de llegar con una propuesta a donde estaba y Fidel multiplicarla por tres, por cuatro o por diez”.

“Un día, estando todavía en el Instituto de Oncología, llegó con muchas preguntas. Eso fue con un grupo de científicos, imagínate un grupo como ese, un cuarto como ese. Ahí éramos como 10 o 12, 15 personas, y Fidel sentado en una banqueta y nosotros ahí, explicándole la producción de anticuerpos. Preguntó: quiénes son la gente que más anticuerpos monoclonales de este tipo produjo en el año. Teníamos el dato, era una empresa de Inglaterra. ¿Cuánto produjo?, pregunta, le digo el número y nos dice: ¿Y ustedes no piensan competir con esa gente? Pidió un análisis de las cosas que hacían falta para hacer despegar el trabajo y le mandamos un informe de los equipos que necesitábamos en el laboratorio. Lo devolvió a la semana, con un mensaje: Dice el Comandante que está muy bueno, pero lo que él quiere es un laboratorio y fábricas”, cuenta el destacado científico.

“Nosotros no habíamos hecho ese proyecto. Recuerdo cuando le hicimos la propuesta de comprar segmentadores de 30 litros, y él subió la parada y dijo: Vamos a comprar los de 30 litros y los de 300, vamos a saltar a la tecnología más avanzada”.

“Retrospectivamente uno se da cuenta, uno intuye que el preveía el periodo especial, donde la capacidad de inversión se iba a deteriorar y quería tener los centros hechos. Después, cuando le informamos que los anticuerpos nuestros se estaban exportando a varios países, volvemos a interactuar y nos pregunta: ¿Para cuántos pacientes ustedes pueden producir? Le explique cuál era el diseño y que nosotros podíamos producir para 5 000 pacientes y su respuesta fue: Bueno, dime qué hay que hacer para que en vez de eso produzcan 50 000”.

“Cualquiera de nosotros, de los que fuimos fundadores del centro científico, de aquella época, tenemos cualquier cantidad de anécdotas donde la visión de Fidel superaba a la nuestra. Era un reto permanente, donde permanentemente él estaba confiando en la gente. Todo el mundo conoce la capacidad de Fidel para hablar, pero no todo el mundo conoce la capacidad de Fidel para escuchar”, apuntó.

“En pleno periodo especial se estaba construyendo el CIM. Nosotros prácticamente dejamos allá a un pequeño grupo de científicos manteniendo las células, dándole continuidad a los cultivos, y los demás vinimos para acá, a construir con la brigada, con el contingente. De más está decir que esto lo terminamos en bicicleta, con todo lo que implicó el periodo especial, la sopita de chícharos al mediodía, todas las dificultades de aquel momento…Hay historias que no se han divulgado mucho, pero aquí calculamos cuando se estaba haciendo el centro, junto con los planos, qué cantidad de comida se podía sembrar alrededor, para que la investigación científica continuara aunque no hubiera comida”.

Rememora el científico que en aquella época, Fidel decía: resistir, vencer y desarrollarnos, conceptualizando que el desarrollo parte de la resistencia; no es algo que viene después.

“Mi generación se enamoró de esa tarea, cuyo proceso fundacional termina después, en el Polo científico, en 1981; en la creación de BioCubaFarma en 2012, que genera un dispositivo científico con 34 empresas y 20 000 trabajadores, más exportaciones a 40 países. Ese emprendimiento en un país subdesarrollado y agredido, es muestra de la coherencia en el papel de la ciencia en el desarrollo de la nación cubana”, dijo.

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