El color está en el ojo —y el cerebro— de quien lo mira
¿De qué color es un árbol, el cielo o un atardecer? A primera vista, las respuestas parecen obvias. Pero lo cierto es que hay mucha variación en la manera en que las personas ven el mundo —tanto entre individuos como entre diferentes grupos culturales—.
Muchos factores influyen en cómo las personas perciben y hablan sobre el color, desde la biología de nuestros ojos hasta cómo nuestros cerebros procesan esa información o las palabras de cada idioma para hablar sobre las categorías de color. Hay mucho espacio para las diferencias a lo largo del camino.
Neurocientífica Jenny Bosten
Universidad de Sussex, Inglaterra
Por ejemplo, la mayoría de las personas tiene tres tipos de conos —como se llaman los receptores de luz en el ojo que están especializados en detectar diferentes longitudes de onda o colores de luz—. Pero, a veces, una variación genética puede hacer que un tipo de cono sea diferente o que esté completamente ausente, lo que lleva a una alteración de la visión del color. Algunas personas son daltónicas. Otras pueden tener superpoderes del color.
Nuestro sexo también puede jugar un papel en cómo percibimos los tonos, así como también nuestra edad e incluso el color de nuestros iris. Nuestra percepción puede cambiar según dónde vivamos, cuándo nacimos y cuál sea la estación del año.
Para obtener más información sobre las diferencias individuales en la visión del color, Knowable Magazine habló con la neurocientífica visual Jenny Bosten de la Universidad de Sussex, en Inglaterra, quien escribió sobre el tema en el Annual Review of Vision Science de 2022. Esta entrevista ha sido editada para lograr más brevedad y claridad.
¿Cuántos colores hay en el arcoíris?
Desde la física, el arcoíris es un espectro continuo. Las longitudes de onda de la luz varían suavemente entre dos extremos dentro del rango visible. No hay líneas, no hay discontinuidades marcadas. El ojo humano puede discriminar mucho más de siete colores dentro de ese rango. Pero en nuestra cultura podríamos decir que vemos siete categorías de colores en el arcoíris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil (índigo) y violeta. Eso es histórico y cultural.
¿Eso es lo que les enseñó a sus hijos, que ahora tienen 10 y 5 años?
No les enseñé nada sobre el color porque me interesaba observar lo que naturalmente pensaban al respecto. Por ejemplo, mi hija, cuando tenía probablemente cinco años, dijo: “¿Vamos a ir al edificio azul?” Para mí, era blanco, pero estaba iluminado por una luz celeste. También hay una anécdota que escuché —no sé si hay alguna evidencia sólida—, que al principio los niños pueden decir que el cielo es blanco y luego aprenden a percibirlo como azul. Me interesaba observar todas estas cosas potenciales en mis propios hijos.
Seguramente, la mayoría de las personas en el mundo está de acuerdo en general sobre los colores principales y básicos, como el rojo, el amarillo y el azul. ¿No es así?
Hay grandes conjuntos de datos que analizan la categorización del color en todas las culturas. Y el consenso es que hay algunos puntos en común. Esto implica que puede haber algunas limitaciones biológicas en la forma en que las personas aprenden a categorizar el color. Pero no todas las culturas tienen el mismo número de categorías. Entonces, existe esa idea de que las categorías de color son culturales, y las culturas experimentan una especie de evolución en términos de color. Inicialmente, un idioma puede hacer solo dos o tres distinciones entre tonos, y luego esas categorías se vuelven complejas con el tiempo.
En algunos idiomas, como el galés antiguo, por ejemplo, no se hace distinción entre el azul y el verde; ambos caen en una especie de categoría del “azulverde”. En otros idiomas se hace una distinción entre dos términos básicos para el color azul: en ruso es siniy para el azul oscuro y goluboy para el azul más claro. Quienes hablan esa lengua y hacen esa distinción, ¿realmente perciben los colores de manera diferente? ¿O es solo una cuestión lingüística? Creo que todavía no hay un veredicto sobre eso.
En 2015 hubo un debate explosivo en línea sobre “El vestido” en torno a si la prenda era blanca y dorada o azul y negra. ¿Por qué la gente lo veía tan diferente?
Los científicos también se interesaron mucho en esa imagen en particular. Y ha habido mucha investigación al respecto: incluso hay una edición especial de una revista científica dedicada al vestido. El consenso que surgió es que la forma en que ves el vestido depende en gran medida de la iluminación que la persona supone que tiene. Entonces, las personas que lo ven azul y negro ven el vestido iluminado por una luz amarillenta (cálida). Y las personas que lo ven blanco y dorado lo perciben más tenuemente iluminado por una luz azulada y más sombría (fría). En última instancia, es el cerebro el que juzga qué tipo de iluminación tiene el vestido.
Pero entonces la pregunta es, ¿por qué algunas personas piensan que está iluminado por una luz amarilla brillante y otros por una azul más tenue? Podría ser debido a la propia experiencia de la persona bajo diferentes condiciones de iluminación, con las que está más familiarizada, ya sea que esté acostumbrada a la luz LED azul o a la luz solar cálida, por ejemplo. Pero también podría estar influenciado por otros factores, como por ejemplo los cambios que le ocurren en los ojos a medida que envejecemos.
Una de las razones más obvias por las que las personas pueden ver el color de manera diferente es porque sus conos pueden ser distintos: puede haber variaciones genéticas que afecten la biología de esas células detectores de luz en sus ojos. ¿Cuántos tipos de variaciones existen?
Hay muchas, muchas combinaciones. Existen tres tipos de conos. Sobre las variaciones de dos de ellos sabemos más: los que detectan longitudes de onda largas, conocidos como conos L, y los que detectan longitudes de ondas medias, conos M. Cada uno de ellos tiene una opsina fotosensible, que es la molécula que cambia de forma cuando se recibe la luz, lo que determina la sensibilidad de la célula a la longitud de onda. Los genes que codifican para cada opsina tienen siete sitios en el gen que son polimórficos: pueden tener diferentes letras del ADN. Se pueden tener diferentes combinaciones de esas siete variantes. El número total es grande.
Una variación común es el daltonismo rojo-verde. ¿Cuál es la causa?
Eso es una anomalía en los conos L o M. En la dicromacia —que es la forma grave de la deficiencia de la visión del color rojo-verde –– faltarían los conos L o M, o estarían allí, pero no funcionarían.
La deficiencia de la visión del rojo-verde también se llama daltonismo, en honor a John Dalton, químico inglés de fines de siglo XVIII. No era muy obvio para él que su visión del color difería de la mayoría. Sin embargo, notó algunos casos en los que sus descripciones de color diferían de otras personas a su alrededor, pero coincidían con las de su hermano. Pensó que tenía que ver con un filtro adicional dentro del ojo. Pero luego, muchos años después, otros pudieron secuenciar su ADN y demostraron que era dicrómata.
En la forma leve, quienes padecen la tricromacia anómala, todavía tendrían dos tipos de conos, pero serían mucho más similares entre sí, en términos de las longitudes de onda de luz que podrían detectar, de lo que son normalmente. Entonces, el rango de diferencias percibidas entre el rojo y el verde simplemente se reduce.
¿Cómo ven el mundo aquellos que padecen los casos más severos?
A un dicrómata, esencialmente, le falta un eje completo de visión del color, por lo que su visión es unidimensional. En términos de cómo se ve el mundo, es bastante difícil de decir porque no sabemos cuáles son, subjetivamente, los dos polos de esa dimensión. Lo que se conserva es el eje entre violetas y verde lima en un espacio de color normal. Así es a menudo como se retrata. Pero en realidad podría ser cualquiera de los dos tonos que se perciben. Realmente no lo sabemos.
Ha habido algunos casos de personas que son dicromáticas en un solo ojo. Y se les puede pedir que hagan coincidir el color que ven en el ojo bicromático con los colores presentados en el ojo tricromático normal. Y en esos casos, a veces ven más del ojo bicromático de lo que esperamos. Pero no sabemos si eso es típico también en un bicromático regular que no tiene el ojo tricromático para ayudar a conectar su cerebro.
¿Estas variaciones de la norma siempre hacen que el mundo sea menos rico en términos de color? ¿O algunas variaciones genéticas pueden mejorar la percepción del color?
La tricromacia anómala es un caso interesante. En su mayor parte, la discriminación de color se reduce. Pero en casos particulares, debido a que sus conos son sensibles a diferentes longitudes de onda, en realidad pueden discriminar ciertos colores que los tricromáticos normales no pueden. Es un fenómeno llamado metamerismo de observador.
Luego está la tetracromacia, en la que una persona con dos cromosomas X lleva instrucciones tanto para un cono alterado como para uno regular, lo que resulta en cuatro tipos de conos. Sabemos que esto definitivamente sucede. Pero lo que no sabemos con certeza es si pueden usar ese tipo de cono adicional para obtener una dimensión extra de la visión del color y ver tonos que los tricromáticos normales no pueden ver o no pueden discriminar.
La evidencia más sólida proviene de un test en el que los observadores debían hacer que una mezcla de luz roja y verde coincidiera con una amarilla; algunas personas no pudieron encontrar esa mezcla. En realidad, necesitan tres colores para hacer la combinación, en lugar de dos colores. Es como si hubiera cuatro colores primarios para ellos, en lugar de los tres habituales. Pero es difícil probar cómo y por qué sucede eso, o qué es exactamente lo que ven.
Esas personas, ¿saben que tienen una súper visión del color?
Las mujeres que reclutamos no conocían su estado de visión del color. Más del 50 % de las mujeres tienen cuatro tipos de conos. Pero, por lo general, dos de ellos tienen diferencias muy sutiles, por lo que puede que no sea suficiente para generar una visión tetracromática.
La experiencia subjetiva del color es tan personal, que es difícil saber cómo se compara su visión del color con la de las personas a su alrededor. John Dalton fue la primera persona en identificar el daltonismo rojo-verde, en 1798 —lo que es bastante reciente—. Tenía un tipo severo, pero incluso eso no estaba del todo claro para él.
¿Existen otras diferencias biológicas, más allá de los genes, que afecten la visión del color?
Sí. El cristalino se torna amarillo con la edad, especialmente después de los 40 años, y eso reduce la cantidad de luz azul que llega a la retina. También está el pigmento macular, que absorbe longitudes de onda cortas de luz azul. Diferentes personas tienen distinta densidad de ese pigmento según lo que comen. Cuanta más luteína y zeaxantina coma alguien —sustancias que provienen de vegetales como las hojas verdes—, más espeso será el pigmento. El color del iris también tiene una pequeña correlación con la discriminación de los tonos: podría ser un factor para determinar su experiencia precisa. Las personas de ojos azules parecen obtener mejores resultados en las pruebas de discriminación de color que las personas de ojos marrones.
¿Nuestra percepción del color también se ve afectada por el mundo que nos rodea? En otras palabras, si crezco en una jungla verde o en un desierto amarillo, ¿empezaría a discriminar entre más colores en esas regiones del arcoíris?
Sí, puede ser. Y ese es un tema de investigación bastante candente en este momento en la ciencia del color. Por ejemplo, si hay una palabra individual para verde y para azul parece depender, en parte, de la proximidad de cada cultura a grandes masas de agua, por ejemplo. Nuevamente, eso es algo lingüístico: no sabemos si eso afecta su percepción real.
También hay un efecto estacional en la percepción del amarillo. Hubo un estudio en York, que es una ciudad bastante gris y sombría en el invierno, y agradable y verde en el verano, y encontraron que la longitud de onda que las personas percibían como amarillo puro cambiaba con la estación. Variaba solo un poco, pero aun así era una cantidad medible.
Y también se ha observado un efecto de la estación de nacimiento de la persona, en especial si nació en el Círculo Polar Ártico. Probablemente tenga que ver con el color de la luz a la que se está expuesto durante el desarrollo visual.
Sin embargo, el efecto del ambiente puede afectar la percepción de dos maneras opuestas: distintos entornos pueden contribuir a las diferencias individuales en la percepción, pero un entorno compartido también puede contrarrestar las diferencias biológicas para hacer que las percepciones de las personas sean más similares.
Oh. Hay tantas diferencias, y parece tan difícil desentrañar todo y saber si esas diferencias son biológicas o culturales. Realmente hace volver a ese enigma filosófico: cuando veo azul, ¿es el mismo azul que ve usted?
Sí. Siempre he visto el color como algo realmente fascinante, en especial la experiencia subjetiva del color. Todavía es un completo misterio cómo el cerebro produce eso. Siempre me he preguntado al respecto, mucho antes de que decidiera dedicarme académicamente al tema.
Artículo traducido por Daniela Hirschfeld
10.1146/knowable-021123-1
Nicola Jones es periodista científica independiente y editora que vive en Pemberton, Columbia Británica. Lea más sobre ella y su trabajo en su blog.
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