El ADN desvela las tácticas de las redes criminales que trafican con colmillos de elefante
El comercio ilegal de marfil, junto con la pérdida de hábitat, el cambio climático y diversos factores relacionados, han diezmado el número de ejemplares de las dos especies de elefantes en África: el del bosque (Loxodonta cyclotis) y el de la sabana (Loxodonta africana). Aunque las incautaciones proceden de animales que ya han sido sacrificados, los colmillos pueden proporcionar información valiosa al esclarecer la caza furtiva, las actividades de envío y la conectividad de los traficantes.
Un grupo de científicos ha descubierto las conexiones genéticas existentes entre los envíos de marfil incautados por las autoridades estadounidenses, que ponen al descubierto un grado de organización de las redes de contrabando mayor del que se conocía.
El estudio, publicado por la revista Nature Human Behaviour, incorpora los resultados de las pruebas de ADN de más de 4.000 colmillos de elefante africano procedentes de 49 incautaciones diferentes, realizadas en 12 países africanos durante un periodo de 17 años.
El autor principal, Samuel Wasser, profesor de biología de la Universidad de Washington (UW) y director del Centro de Ciencias Forenses del Medio Ambiente, indica que “estos métodos nos muestran que un puñado de redes está detrás de la mayor parte del marfil de contrabando y que las conexiones son más profundas de lo que mostraban incluso nuestras investigaciones anteriores”.
Su grupo ha desarrollado las herramientas genéticas en las que se basa este trabajo. Los datos obtenidos revelan las conexiones entre las distintas incautaciones realizadas en puertos africanos y asiáticos —a veces a miles de kilómetros de distancia—. Y, probablemente, aumentarán las pruebas contra los delincuentes detenidos por la caza furtiva de elefantes y el contrabando de marfil. Asimismo, buscan reforzar el enjuiciamiento de las organizaciones criminales transnacionales responsables.
Un trabajo anterior de Wasser y sus colaboradores —publicado en 2018 en Science Advances— identificó colmillos del mismo elefante que fueron separados y movidos por el contrabando en diferentes envíos antes de ser incautados por las fuerzas del orden. Hallar ambos colmillos del mismo individuo vinculó esas incautaciones a las mismas redes de tráfico. Estos esfuerzos indicaron que, de 2011 a 2014, los cárteles tendían a hacer contrabando de marfil desde tres puertos africanos: Mombasa (Kenia), Entebbe (Uganda) y Lomé (Togo).
Rastreo de colmillos de parientes cercanos
En este nuevo trabajo, Wasser y sus colegas ampliaron su régimen de análisis y pruebas de ADN para identificar también colmillos de elefantes que eran familiares cercananos: padres y crías, hermanos y medio hermanos. “Añadir a estos parientes cercanos amplía el alcance del esfuerzo”, asegura el científico.
«Si se trata de emparejar un colmillo con su par, las posibilidades de coincidencia son escasas. Pero la identificación de parientes cercanos va a ser un hecho mucho más común y puede vincular más incautaciones de marfil a las mismas redes», continúa.
El equipo probó este protocolo en 4.320 colmillos —tanto de elefantes de bosque, como de elefantes de sabana— procedentes de 49 grandes envíos distintos, que sumaban 111 toneladas de marfil, todos ellos incautados entre 2002 y 2019. Los resultados mostraron que la mayoría podían vincularse sobre la base de colmillos que coincidían, ya sea del mismo individuo o de familia próxima.
«La identificación de parientes cercanos indica que es probable que los cazadores furtivos vuelvan a las mismas poblaciones repetidamente —año tras año— y que los colmillos sean adquiridos y sacados de contrabando de África en barcos contenedores por la misma red criminal», apunta Wasser. «Esta estrategia delictiva dificulta mucho el seguimiento y la incautación por parte de las autoridades, debido a la inmensa presión a la que están sometidas para mover grandes volúmenes de contenedores rápidamente a través de los puertos», subraya.
Pocas redes de contrabando exportan grandes cantidades
Los datos genéticos muestran que un reducido número de redes de contrabando interconectadas están probablemente detrás de la mayoría de los grandes envíos de marfil, exportados con frecuencia desde puertos de Kenia, Uganda y Nigeria. Al ampliar el análisis para identificar los colmillos según su parentesco, el equipo también podría vincular las incautaciones de una docena de países de África Central y Occidental, que se extienden desde Costa de Marfil en el Océano Atlántico, hasta Mozambique en el Océano Índico.
Un examen más amplio también podría rastrear cómo estas redes cambiaron sus operaciones a diferentes puertos a lo largo del tiempo: desde Tanzania a principios de la década de 2000; luego a Kenia y Uganda; y, más recientemente, a Angola y la República Democrática del Congo. En África Occidental, se produjo un cambio temporal de Togo a Nigeria.
«Al relacionar las incautaciones individuales, estamos descubriendo redes completas de contrabando que intentan sacar estos colmillos del continente», asegura Wasser.
Los delincuentes que están detrás de una incautación de marfil habrían sido procesados únicamente por esa incautación. Pero con las pruebas genéticas se reforzarían las investigaciones y los juicios, lo que daría lugar a penas más severas.
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