Alternativas innovadoras a carne y lácteos ayudarían a frenar emisiones nocivas para clima
Las nuevas alternativas emergentes a los productos animales como la carne y los lácteos pueden contribuir a reducir significativamente la huella ambiental del actual sistema alimentario mundial, en particular en los países de ingreso alto y medio, siempre y cuando utilicen energía con bajas emisiones de carbono.
Así lo constata un nuevo análisis del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre estas nuevas alternativas a la ganadería, un sector responsable de hasta una quinta parte de las emisiones que calientan el planeta, y en el que se prevé que el consumo de carne aumente un 50% de aquí a 2050.
El informe, titulado ¿Qué se está cocinando a fuego lento? Evaluación de las posibles implicaciones de un conjunto de alternativas innovadoras a los productos de origen animal convencionales, se centra en tres tipos de alternativas: 1) nuevas carnes de origen vegetal, 2) carne cultivada a partir de células animales, y 3) productos ricos en proteínas derivados de la fermentación rápida por microorganismos. Forma parte de la serie de informes titulada Fronteras del PNUMA, que identifica y llama la atención sobre cuestiones emergentes de interés ambiental.
El informe fue elaborado con el apoyo del Gobierno de Bélgica y concluye que estas alternativas ofrecen un gran potencial no sólo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino también para reducir la degradación del suelo y la deforestación, la contaminación del agua y el suelo y la pérdida de biodiversidad, así como para reducir el riesgo de enfermedades zoonóticas y la resistencia a los antimicrobianos. Estas nuevas alternativas también podrían ayudar a reducir significativamente los problemas de bienestar animal, en comparación con sus homólogos convencionales.
Los autores concluyen que las nuevas alternativas pueden contribuir a un sistema alimentario más sostenible, sano y humano, con diferencias regionales. Se examinan las políticas que los responsables de la toma de decisiones pueden tener en cuenta para salvaguardar la seguridad alimentaria, el empleo, los medios de vida, la equidad social y de género, y la cultura, a fin de ayudar a maximizar los resultados beneficiosos de las nuevas alternativas a la carne y los lácteos, al tiempo que se evitan posibles repercusiones sociales y de salud negativas.
«Las nuevas alternativas alimenticias ofrecerán al consumidor un espectro más amplio de opciones», declaró Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA. «Asimismo, estas alternativas contribuirán a disminuir la presión sobre las tierras agrícolas y a reducir las emisiones, ayudándonos así a hacer frente a la triple crisis planetaria —la crisis del cambio climático, la crisis de la biodiversidad y la pérdida de naturaleza, la crisis de la contaminación y los desechos—, así como a abordar las consecuencias de la industria de la ganadería contra la salud humana y el medio ambiente. Un mayor apoyo gubernamental, así como una investigación abierta y transparente, pueden ayudar a aprovechar al máximo el potencial de estas nuevas tecnologías para determinados países».
Aunque los productos animales convencionales son una importante fuente de proteínas para muchas comunidades, sobre todo en los países en desarrollo, en muchos países de ingreso alto y medio su producción y consumo se producen a una escala que repercute negativamente en las personas y el planeta. Las decenas de miles de millones de animales sacrificados anualmente no son ni mucho menos las únicas víctimas de una industria ganadera en rápido crecimiento.
La producción y el consumo de alimentos de origen animal, aunque ofrecen nutrientes importantes, también se han asociado a retos significativos para la salud pública: los niveles excesivos de consumo de carnes rojas y procesadas se asocian a enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, obesidad y diabetes. Asimismo, la ganadería está vinculada a la propagación de enfermedades zoonóticas como el COVID-19 o la gripe aviar y se asocia a un mayor riesgo de resistencia antimicrobiana (el 73% de todos los antimicrobianos comercializados se utilizan en el sector ganadero).
La industria de la ganadería es uno de los principales motores del cambio climático: las emisiones de gases de efecto invernadero de origen animal, la producción de piensos, los cambios en el uso de la tierra y las cadenas de suministro mundiales que consumen mucha energía representan casi el 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el sector alimentario y entre el 14% y el 20% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Aunque los nuevos alimentos alternativos pueden reducir el daño a los animales de granja y podrían contribuir a mejorar la salud pública, otros beneficios para la salud no son tan evidentes: algunos de los nuevos productos de origen vegetal tienden a estar muy procesados y a contener grandes cantidades de sal y grasas saturadas. Las pruebas sobre las repercusiones sanitarias del uso de carne cultivada a partir de células animales o de fermentación siguen siendo limitadas.
Al imitar o replicar las experiencias sensoriales de la carne y demás productos animales, las nuevas alternativas pueden ayudar a los consumidores a abandonar los hábitos de consumo insostenibles de proteínas animales, sobre todo en los países de ingreso alto y medio. Sin embargo, el costo, el sabor y la aceptabilidad social y cultural influirán en gran medida en la evolución de las nuevas alternativas a los productos animales convencionales.
El informe subraya la necesidad de garantizar una transición justa mediante enfoques equitativos y adaptados a cada región que permitan transformar los sistemas alimentarios. Se examinan diferentes soluciones normativas para que la industria alimentaria evolucione hacia un futuro más sano y sostenible: mayor apoyo a la comercialización y la investigación de libre acceso, reorientación de las subvenciones, las desgravaciones fiscales, las inversiones financieras directas y las garantías de préstamos en favor de nuevas alternativas, así como mecanismos acordados internacionalmente sobre políticas comerciales de apoyo y normas de seguridad alimentaria.
Los autores subrayan la necesidad de una investigación abierta y transparente para comprender las implicaciones nutricionales del consumo regular de alternativas, y para entender las implicaciones socioeconómicas de su adopción en diferentes regiones, incluso para la equidad, la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia de los pequeños agricultores.
El informe no tiene en cuenta la carne de animales salvajes, peces ni otros animales acuáticos, aunque las nuevas tecnologías podrían también reformar el sector pesquero.
El informe no examina otras alternativas al sistema alimentario actual tales como: explotaciones ganaderas regenerativas, aditivos para piensos que reduzcan las emisiones de la agricultura animal, cría de insectos, reducción del consumo de carne en favor de fuentes de proteínas vegetales enteras como los frijoles (judías), productos veganos como el tofu, o impuestos sobre la carne.
Estas alternativas adicionales ya se están llevando a cabo junto con las tres alternativas analizadas en el informe, no obstante, hasta la fecha han tenido dificultades para conseguir el apoyo de los gobiernos y lograr repercusiones a la escala o velocidad deseadas.