Pesca artesanal en RD: herramienta para la lucha contra el hambre y la pobreza

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En estos breves párrafos pretendo presentar una descripción de la pesca en nuestro país, la cual se sustenta en más de diez años de trabajos de investigación dirigidos a conocer y entender nuestras pesquerías, pues estas son de gran importancia económica y social en las comunidades costeras y algunas provincias del interior.

Debido a que se efectúa sobre una gran diversidad de organismos acuáticos y ecosistemas, es empujada al debate ambiental, y por tanto un poco de claridad permitiría una discusión mas justa.

La pesca constituye una actividad económica de gran importancia, ya que provee más de 400 millones de empleos a nivel mundial y constituye la única fuente de proteína animal para unas mil millones de personas en países pobres (FAO, 2000). 

La pesca marina y de aguas interiores en la República Dominicana es de naturaleza extractiva, de carácter tradicional, y artesanal, con poca tecnología asociada, pudiendo ser de subsistencia, o baja escala, de tipo comercial que puede de mediana o gran escala, dependiendo del tamaño de las embarcaciones y el tiempo de la jornada, pero siempre realizada de manera artesanal.

Es realizada mayormente por unos 14,600 pescadores y recolectores costeros, (ONE, 2019), los cuales faenan en los más de 1,500 kilómetros de litoral, además de uno tres mil pescadores en aguas interiores, utilizando diversidad de artes de pesca, como líneas de mano y sus modalidades, nasas o trampas, distintas modalidades de redes, arpón, palangres y la recolección manual, y una flota de 5,400 embarcaciones de diferentes tipos, con una eslora promedio de 20 pies.

La República Dominicana no tiene ni tendrá pesquerías a escala industrial, principalmente, a lo estrecho de su plataforma insular y aguas muy cálidas y profundas escasas de nutrientes, de la cual solo se aprovecha el 16% del total de la zona económica exclusiva y las aguas territoriales, y por su naturaleza multiespecífica, la concentra sobre especies relacionadas a zonas arrecifales, fondos arenosos y lodosos, también a la zona pelágica.

Los recursos pesqueros nacionales se concentran en crustáceos (langostas, cangrejos, jaibas, camarones), peces demersales de fondo (pargos, meros, bocayates, loros, robalos), demersales de cresta del talud (chillos, meros),  pelágicos costeros (sardinas, anguilas machuelos, carites, guatapaná), peces pelágicos neríticos (cojinúas, medregales, picúas, bonitos, sierras), pelágicos oceánicos (albacoras, atunes, carites, dorados, marlines), moluscos (pulpos, ostiones, lambí, etc.), además de otras pesquerías no tradicionales como  los ornamentales y la extracción o captura de juveniles de anguila, para fines de cultivo en países asiáticos, como Japón y Taiwan.

La producción o extracción de estos recursos se estima en unas 16 mil toneladas métricas anuales, que aportan cerca del 30% de la demanda total, pues hay que tomar en cuenta que hay recursos que son de aguas templadas y, por consiguiente, son escasos o ausente en nuestras aguas, como el bacalao, sardinas y salmones, aportando un ponderado anual de 6 a 8 mil millones de pesos a las comunidades pesqueras de manera directa, esto sin mencionar las actividades económicas directas relacionadas con las pesquerías.

La sostenibilidad de algunas de estas pesquerías ha estado permanentemente bajo cuestionamiento. Se alude que impacta la biodiversidad y los ecosistemas marino, costeros y lacustres.

En tal sentido, podemos señalar con mucha certeza que esto es más que una leyenda urbana y falta de información adecuada, pues el tamaño de las embarcaciones y la ausencia de mecanización en las artes y herramientas de pesca, limita realizar capturas importante.

Otro factor es que nuestras aguas son muy profundas y por la estrechez de la plataforma, limita el acceso a los recursos, pues la pesca efectiva se realiza en la escala batimétrica, de 0 a 200 metros de profundidad. También los factores climáticos inciden de manera directa, pues limitan a promedio anual de 200 días del año, en jornadas efectivas de pesca.

De igual modo, hay que destacar que el sector pesca se ha ido fortaleciendo, con el tiempo, pues tiene un marco legal armonizado con el código de conducta para la pesca responsable, establecido por la FAO. Este creó el Codopesca como autoridad competente en pesca y acuicultura, además de su integración al SICA/OSPESCA, encaminando así a todo este conglomerado a una mejor práctica es la pesca.

Obviamente, no pretendemos decir que nuestra pesca no tiene sus debilidades, amenazas y retos, pues las dificultades para hacer cumplir las vedas, el aumento de la población de pescadores, estimadas en 7% anual, y más aún en los años de pandemia (muchas personas vieron la pesca como una alternativa de sobrevivencia) son los peligros que acechan nuestras limitadas pesquerías, por tanto, un fortalecimiento de las ordenanzas y eficaz aplicación se hacen necesario.

En conclusión, podemos decir que, pese a muchas críticas, nuestras pesquerías son sostenibles, en lo ambiental y lo social, pues son el sostén de muchas comunidades, en su mayoría deprimidas económicamente

Teniendo en cuenta que muchas pesquerías se han realizado por décadas, en algunos casos hasta por siglos, achacarles el deterioro progresivo de los ecosistemas costeros y marinos, es una injusticia.

El pescador no tala un manglar ni seca una laguna costera, mucho menos la draga. Tampoco vierte aguas servidas ni contribuye con los sedimentos. No modifica las zonas costeras para dar paso a las distintas obras de infraestructura terrestres como náuticas. Esas sí son las verdaderas amenazas.