Los cuantriperfectos

07-12-2020
Anjá
Ojalá, República Dominicana
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Despiertan temprano en la mañana, hacen la señal de la Cruz, sonrientes entran al baño, orinan agua bendita, se lavan y se peinan, ponen el televisor, cuelan su café y abren sus diferentes vías comunicacionales: WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, Signal y otras.

Son seres comunicados, inmediatamente entran en Zooms, llaman a sus madres y les piden la bendición. Entonces, con gesto adusto, comienzan a buscar, escudriñando con avidez todos los comentarios, observaciones, puntos de vista y posiciones.

En una libreta al costado, van escribiendo ( con mala ortografía) todos los comentarios con los que no están de acuerdo ( suelen ser la mayoría); entonces, en un arrebato macondiano, comienzan a disparar a mansalva, no hay posición que no combatan desde la trincheras de su verdad apocalíptica; ni honra que quede en pie.

Son la verdad acrisolada, los únicos con la razón, los Santos varones de la certeza, de la exactitud de la veracidad.


Al mediodía, hacen un aparte, se sientan a la mesa, a la derecha del Dios padre para degustar un inmenso plato de balas, grapas, hojas de puñal y granadas de manos, así, satisfechos, descienden del cielo de los puros y vuelven a entrar en batalla, esta vez, minan los campos. Mientras, preparan el potro y las horcas.

Como Savonarola, hacen acopios de libros, cuadros, espejos y vestidos preparando la hoguera de las vanidades donde quemarán, con grititos de Alegría toda honestidad, honra, pundonor y renombre que no se ajuste a sus criterios.

A prima noche, van haciendo un recuento de los asesinados, de los vencidos, recogen su trípode, limpian la mira, desarman el fusil y se preparan para el aquelarre de sus pares, no sin antes depositar, en el fondo secreto de sus sacos, dagas afiladas, aplastacabeza, uñas de gatos y una que otra cuña de Judas pues nunca se sabe, en estas reuniones acadabrantes de los tribunos del santo oficio, quien podría ser juzgado por oposición a sus ideas.

Ya a media noche, satisfechos, se arrodillan al frente de su cama y oran con cadencias de celebrantes de misas negras, pidiendo compasión por las almas de todos los que llevaron al paredón.

Así, concluye el día de un cuantriperfecto, señor (a) de la única verdad verdadera y unigénita. Los escogidos y acogidos en el cielo virginal de los puros y elevados.


¡Benditos sean!