Líneas de Guerra. La Doctrina Fefita

02-11-2020
Política
Ojalá, República Dominicana
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Las dudas sobre el simbolismo espontáneo de la imagen de Mike Pompeo, todavía secretario de Estado gringo, en primera fila, y el embajador chino, Zhang Run, en los bleachers durante la toma de posesión de Luis Abinader, dadas sus respectivas jerarquías de Estado, quedaron disueltas este viernes cuando el presidente de la República proclamó que China no podrá invertir aquí ni en electricidad, ni en seguridad, ni en telecomunicaciones, ni en puertos, ni en transporte.

Esa postura de Abinader rompe una tradición de equidistancia comprometida que, hasta el viernes, había sido norma en la política exterior dominicana.

Ni Trujillo, ni Balaguer, quizás nuestros únicos presidentes forjados casi exclusivamente bajo la sombra del apoyo estadounidense, llegaron tan lejos como el líder perremeísta en la defensa abierta de los intereses norteamericanos.

Por ejemplo, la política migratoria de República Dominicana con respecto a Haití fue con coto inexpugnable para los norteamericanos tanto durante la era de Trujillo, como en los 22 años del doctor Balaguer, en plena guerra fría.

En este siglo, el mayor problema regional ha sido la crisis venezolana en la cual los dominicanos nos hemos caracterizado por buscar la conciliación a través del diálogo. 

A lo largo del último siglo, República Dominicana ha sido punto de equilibrio regional, sin que ello haya implicado de ninguna manera contrariar los objetivos geopolíticos de Estados Unidos cuando estos, sin lesionar nuestra soberanía, armonizaron con el interés general y representaron una defensa racional de la institucionalidad democrática.

La postura abiertamente pronorteamericana del presidente Luis Abinader, además de implicar la renuncia al rol del país como referente de concertación y diálogo en el mundo, constituye un acto que atenta directamente contra la soberanía nacional y nos coloca de espaldas a la realidad geopolítica de este siglo: la multipolaridad.

La crisis financiera global de 2008 marcó el fin del dominio unipolar de Estados Unidos y decretó el surgimiento de un mundo con varios polos de poder compartido entre los norteamericanos, China, Rusia y, en menor medida, la Unión Europea.

En esa multipolaridad, que se acentuará durante al menos una década más por la pandemia, existe un puñado de países que ejercen un papel de equilibrio en sus respectivas regiones: Turquía, Japón, México, Uruguay, Costa Rica, Suiza y, hasta el viernes pasado por disposición de Abinader, República Dominicana.

Basta hacer un repaso por la historia universal para advertir que los líderes que consienten entregarse en cuerpo y alma a los designios de una potencia extranjera comienzan alcanzando  la cima y siempre terminan despeñándose al abismo.

El gobierno del PRM acaba de inaugurar la Doctrina Fefita en política exterior con respecto a Estados Unidos, regida por este simple principio, en voz de Mike Pompeo, mientras Abinader escucha: Si tu habla con ella/trátala de Usted/Ay que si le pela el diente/Vamo’ a hablar inglés//.