Mañana 12 de enero

11-01-2021
Anjá
Hoy, República Dominicana
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Cada aniversario el inventario de osadías, la reseña de un atrevimiento con sus juglares muertos. 49 años después, el cuchicheo y los resabios, la misa, el recordatorio. También el reconteo de ausentes y de las intenciones reivindicadoras frustradas por la claudicación o el hartazgo.

Entre dimes y diretes ellos permanecen intactos, con su imberbe intrepidez plasmada en decenas de retratos y dibujos de muchos pinceles que no saben cómo ni por qué.

Ineludible el impacto de aquel combate desigual y absurdo. Inconcebible que 1500 miembros de las Fuerzas Armadas de la República Dominicana se enfrentaran, durante diez horas, a dos combatientes revolucionarios.

La delación expuso la seguridad del grupo que antes de la incomunicación y la traición, de la macabra manipulación gestada en La Habana, tenía la misión de preparar la llegada del Coronel de Abril al territorio y continuar la batalla, el enfrentamiento contra el régimen de Joaquín Balaguer.

Antes y después del día 12 de enero, las reacciones encontradas se producen. Esta conmemoración acarrea los avatares y las limitaciones que la pandemia exige. La hazaña de Amaury Germán Aristy, Bienvenido Leal Prandy, Ulises Cerón Polanco y Virgilio Perdomo Pérez, para un grupo, no es más que un capítulo infeliz de nuestra historia.

Otros, más recalcitrantes, sin apreciar los detalles de la geopolítica ni de aquel momento nacional, cuando leen “idealistas” dicen sediciosos. Leen “valientes” e interpretan terroristas, “revolucionarios” y el contrapunto responde delincuentes comunes. Es la división de las infracciones entre delitos políticos y comunes que en otra época fue relevante.

Morir a los 25 años y con una militancia desde los 14, o morir apenas sobrepasando los treinta es algo que para revueltas y “revoltiaos” de hoy parece fábula, inútil intrepidez. Porque no es lo mismo la agitación con glamour, desde un laboratorio, que el embiste directo contra la opresión y el autoritarismo.

Ese trajinar buscando la utopía, el paraíso soñado, a pesar de persecuciones, del exilio, la tortura, el miedo. La andadura ilusionada retando la violencia del Estado, para construir el mundo diferente, mejor, con la poética del amanecer distinto, la promesa de equidad, de caudalosos ríos de leche y miel.

Cada época con su narrativa y epopeyas, cada instante con el válido protagonismo de vodevil. Valentía que no existe sin selfi ni reportaje, sin entrevista y recompensa oficial. Espectáculo y premio, plaza pública redentora para lograr la fama. El “efecto frente a la verdad” que menciona Alessandro Baricco en “Los Bárbaros.”

La frivolidad era imposible cuando la muerte acechaba inclemente. No era invención ni montaje, no era guion para película ni la proeza tenía aplausos. La mutación contemporánea para lograr notoriedad y procerato rápido no necesita manigua ni escarpadas montañas, menos clandestinidad, tampoco cuevas. No requiere discurso ni compromiso, el riesgo es no ser tendencia. La atalaya resguarda, los “me gusta” protegen de ningún peligro. Sin rasguño ni rejas, sin ostracismo ni amenazas, la celebridad se consigue.

El afán que culminó el 12 de enero de 1972, está en el dolor, en epitafios hermosos, en canciones, monumentos y en discursos pronunciados con inconsistente convicción y brutal oportunismo. Mientras tanto, la codicia destiñe crespones. La disputa para ocupar espacio, en altares que no construyeron, produce una reyerta vergonzante. Es la cotización del sacrificio ajeno para dañar más la fragilidad de la gloria. Es la instrumentalización del heroísmo sin esfuerzo.

José Israel Cuello fue expulsado del reino cuando, premonitorio, se atrevió a decir, todavía con cañones humeantes y vigentes las cartillas para deletrear la quimera, que: “La izquierda se enfrentó a sí misma, se destrozó entre sí, como todos los pueblos nómadas que confunden sus rumbos. Se agotó, se extinguió, dejó de ser…”

Con y sin descalificación, mañana 12 de enero es “Día de la Resistencia Heroica” fecha para recordar a “hombres y mujeres que lucharon por una sociedad más justa, basada en la cultura de paz, la verdad, la justicia y el respeto de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución dominicana.” Así proclama la Ley 1-2013.