África y América Latina. Todo mezclado

05-07-2022
Cultura
TeleSur
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Aun cuando las voces africanas en América Latina, no son cuantitativamente considerables, basta escucharlos para entender la comunión con el habla cotidiana de muchos países, fundamentalmente de la zona caribeña.

El Mosaico americano y africano es audible y visible, como parte de la identidad cultural y de la idiosincrasia Latinoamericana.

El nexo indisoluble con la historia del tercer continente más extenso del mundo, se consolidó con violencia. El tráfico de esclavos africanos produjo el mayor desplazamiento de migración forzosa documentado por la historia.

Más de 12,5 millones de africanos fueron traídos a América entre 1514 y 1866. Su presencia, definitivamente moldeó la composición genética de las poblaciones del norte y sur del continente americano.

En la mezcla interracial derivada, está en el genoma de nueve poblaciones de América con ascendencia africana, lo demuestra un estudio internacional coordinado por el genetista Eduardo Tarazona Santos, de la Universidad Federal de Minas Gerais, publicado como Molecular Biology and Evolution. 

Los investigadores enfrentaron el perfil genético de 6.267 individuos oriundos de esas poblaciones, con 11 regiones africanas.

El mestizaje tuvo su alza, a la par del pico de arribo de esclavos africanos en América entre 1750 y 1850, cuando forzaron a desembarcar en nuestro continente al 61 por ciento del total de los esclavos. 

Una parte importante de su herencia diversa está presente en las poblaciones latinoamericanas.

El español africano

Atendiendo a que la inmigración africana estaba compuesta por personas de diferentes etnias, lenguas, cultura y religión, resultó lógico que recurrieron al español para poder comunicarse entre sí. 

La variedad de lenguas y etnias traídas fueron mezcladas muy a propósito, para interferir su relación mientras eran explotados en las dotaciones de esclavos en ingenios y haciendas. 

Todavía están entre nosotros un numeroso grupo de vocablos africanos adquiridos de esta fusión. Para adaptarse a su nueva realidad, los africanos buscaron su propia voz, intentando representar la cultura material y espiritual de los esclavos. 

En un interesante estudio de la Dra.C. Alina Bestard Revilla, titulado “La influencia de la cultura africana, vista a través de las clases de español, en la carrera de Cultura Física en Santiago de Cuba”, se representan esas voces adquiridas. 

La presencia constante de estudiantes africanos, en la mayor de las Antillas y el estudio de las costumbres afrocubanas, le ha permitido el pesquisaje. “Que son topónimos, fitónimos, de rituales religiosos, términos vinculados con las comidas, la música y el baile, los instrumentos musicales, plantas de uso medicinal y religioso, entre otros más”, refiere. 

La profesora precisa que, dentro de estos términos, podemos señalar las palabras: “songo, cambute, candonga, quimbombó, ñame, malanga, fufú, mabinga, conga, bocú, batá, bembé, bilongo, aché, bacalao, eganga, orisha, güemba, timba, moropo, beroco, que se encuentran en el uso actual”.

La mayoría de estos vocablos se han conservado en el léxico del español caribeño, a través de los rituales religiosos. Debido a su carácter sagrado, se exigía que mantuvieran la mayor integridad con relación a las lenguas originales.

Entre Cuba y Puerto Rico se han inventariado 150 afronegrismos entre sus hablantes. En estas islas caribeñas existe un caudal léxico aportado por el culto bantú, mandinga, yoruba, efik y yolofe. De ahí la importancia del estudio de estas voces en la región.

No hay que olvidar que ya en el español hablado por los peninsulares se encontraron voces del norte de África, con origen en las lenguas árabes. En muchos de los vocablos relacionados con la albañilería y el comercio es recurrente las palabras: azulejo, alberca, noria, metro, centímetro, ábaco, vara. 

Otras formas de origen africano se utilizan con sentido despectivo. Citemos por ejemplo, al llamarle Majá a una persona haragana. Ocambo a un hombre viejo. O Asere, monina, nagüe o negüe, para denominar al amigo, socio, más frecuentemente en el trato entre hombres.

Pero igual nombramos Mayimbe, al jefe; Tata al abuelo o está matunga, a alguien horrible. Mientras reservamos el bemba ‘e trapo, para el chismoso.

Del habla de los pueblos indígenas, africanos y europeos, se conserva en la herencia caribeña, los desplazamientos de las acentuaciones. Por ejemplo: váyamos. 

También la aspiración de la r: cajne y la omisión de la s: nosotro. Se conoce que en la lengua de la etnia bantú, no existe pluralidad detrás del sustantivo, sino a mediación del vocablo. Esto nos llega tanto de las lenguas criollas, como del palenquero, el pidgin o la influencia del andalucismo en el español caribeño.

Otra característica importante de la modalidad del español hablado en el Caribe, cuyo origen se vincula con las lenguas africanas, es el trueque de la r y la l.

Porque en el palenquero, como en lengua kikongo la r y la l, son intercambiables. Sostiene el estudioso Armín Schwegler acerca de este fenómeno lingüístico de componente africano, tan frecuente en los pueblos caribeños y en Cuba.

Otros dos rasgos a señalar la influencia africana en nuestro español, están en la simplificación de los locativos españoles: acá, ahí y aquí y la doble negación: no, yo no fui. De ambos ha sido corroborado su origen africano por su existencia en la lengua del palenquero.

Y desde antes

Cuentan que la presencia de africanos en América se remonta a tan temprano momento como el segundo viaje de Colón en 1492. La razón aludida es que los comerciantes europeos se sumaron a un mercado existente, la inhumana trata de comercio de esclavos por el océano Atlántico.

Un estudio antropológico realizado en el primer asentamiento llamado La Isabela entre República Dominicana y Haití, con restos de cadáveres enterrados en una fosa común, demostró la presencia africana desde décadas antes, de que llegaran como esclavos los primeros antecesores de los afroamericanos actuales.

La genética permite un nuevo enfoque histórico, donde la documentación es escasa o inexistente. De este modo confirma que se pueden obtener datos del genoma completo a partir de restos arqueológicos mal preservados.

Tal es el caso del Caribe, donde las características adversas del clima y el suelo, impiden una conservación adecuada de los restos óseos. Se abren también nuevas vías de investigación para estudios con el ADN de restos precolombinos.

La indagación de un equipo de investigadores de la Universidad de Wisconsin – Madison insta a nuevas miradas en relación a los primeros europeos que llegaron a América. 

Otro interesante proyecto académico de alcance internacional se llama Viajes Esclavistas, con el que se ha documentado los cerca de 36.000 viajes trasatlánticos directos entre África y las Américas, entre 1525 y 1866.

El académico de la Universidad de California, en Irvine, Alex Borucki, afirmó que con la ignominiosa trata, llegaron a América unos 12 millones de africanos esclavizados, 5 millones de los cuales desembarcaron en Brasil.

Puntualizó que de ellos, “alrededor de la mitad bajó en Brasil, o sea que este país y el Atlántico Sur, son el centro del tránsito de esclavos transatlántico, que provenía particularmente del delta del Río Congo y de lo que hoy es la ciudad de Luanda (Angola)”.

Igualmente, precisó que el primer desembarco registrado de la ruta esclavista española en México, fue en 1546 en el puerto de Veracruz, cuya embarcación provenía de Cabo Verde.

En todos los casos, el costo de sufrimiento y vidas fue terrorífico y su dañino legado, es hasta hoy una vergüenza que repercute de muchas maneras en la mayoría de las sociedades.

Cuba es un pueblo latinoafricano

Esta frase del líder histórico Fidel Castro Ruz fue complementada cuando dijo que “sin África, sin sus hijos y sus hijas, sin su cultura y sus costumbres, sin sus lenguas y sus dioses, Cuba no sería lo que es hoy. El pueblo cubano tiene por ello una deuda con África».

Para los cubanos es difícil determinar el origen de cada familia, como dijera bien, el poeta nacional Nicolás Guillén: «aquí está todo mezclado». Por esta y tantas razones, se reconoce el Día de África, como un canto a los lazos históricos de hermandad entre este continente y la nación caribeña.

Para la reciente celebración del Día de África, se desarrollaron eventos, conferencias, encuentros de solidaridad, homenajes, galas culturales, visitas a centros históricos y se enfatizó la comunión con los estudiantes africanos que permanecen en Cuba.

La relación que une a la mayor de las Antillas con el gran continente africano fue consolidada con la participación de casi medio millón de cubanos internacionalistas en la lucha contra el colonialismo y el Apartheid. 

Bien recuerda el pueblo antillano, que tan tempranamente como en mayo de 1963, se constituyó la primera brigada médica cubana de colaboración, tras la independencia de Argelia.

Muchos acuerdos de cooperación han llevado a los internacionalistas cubanos hasta tierras africanas, para apoyarlos en el enfrentamiento de enfermedades, desastres naturales y epidemias. En todos los casos, el aporte ha sido retribuido con el aprendizaje y el agradecimiento de los más necesitados.

Igualmente se recibe con hospitalidad a jóvenes africanos, quienes cursan  en la mayor isla de las Antillas, múltiples becas de estudio y prácticas de adiestramiento. Actualmente, 4.356 jóvenes africanos estudian en universidades cubanas y suman más de 30.000 egresados en diversas enseñanzas.

Incluso en medio de la pandemia -2021- llegaron a Cuba llenos de esperanza los nuevos estudiantes de Burkina Faso, Ruanda y Beni, Mongolia, Cabo Verde y  jóvenes de Palestina. 

Más de 37.000 profesionales de 147 países, incluyendo africanos, han sido formados en la nación antillana en estos años, de ellos más de 30.000 en la Escuela Latinoamericana de Medicina, una universidad para estudiantes pobres de otras latitudes. 

Cuando se celebra esta jornada de recordatorio en Cuba, también lo hacen los más de 7.000 cooperantes cubanos, que laboran en diversos sectores en África, en intercambio y contribución al desarrollo. 

África mía

La conmemoración no pasa por alto, porque su origen tiene sus bases en la realización en 1958, del Congreso de los Estados Africanos, donde los participantes expresaron la firme determinación de esos pueblos por liberarse de la colonización extranjera.

Tras encuentros entre diversos jefes de Estado y de Gobierno, acordaron crear la Organización para la Unidad Africana en 1963, devenida en el tiempo como Unión Africana, con sede hoy en Addis Abeba, Etiopía.

Esta unión política está formada por 55 Estados africanos. Tiene como propósito la unidad y la solidaridad entre sus miembros, coordinar la cooperación y trabajar en la eliminación de los vestigios del período colonial.

Es imposible olvidar a nuestros ancestros, quienes arrancados de sus familias, lejos de su tierras y tradiciones, llegaron a este continente americano, arrastrando cadenas y grilletes. 

Entonces fue improbable imaginar, que algo mucho más perecedero que sus maltratados cuerpos, quedaría en Latinoamérica para siempre, con la fértil herencia cultural que transmitieron de una generación a otra. 

Aquí quedó su música en el proceso de transculturación. El mismo con que sincretiza su panteón orisha, con el santoral católico. Particularmente en Cuba, originaron una fructífera mezcla, que se enriquece hasta la actualidad.

Ha sobrevivido hasta hoy la herencia de las religiones de origen yoruba, como la santería y palo monte, el arará, el vudú y los abakúa. Aunque existen otras, estas son las manifestaciones más comunes de origen africano, en el panorama religioso cubano.

Es innegable el aporte africano al proceso de formación de la nacionalidad latinoamericana y cubana. Cuantiosas y fascinantes formas de creación cultural, que han contribuido a la riqueza artística y social del continente.

La presencia de ancestros africanos en América Latina es también ejemplo de lucha y testimonio contra la marginación y la explotación. Manifestaciones que ejemplifican la multiplicidad de modelos de realidad e hibridación cultural, que caracterizan a las culturas latinoamericanas, donde “el que no tiene de Congo, tiene de Carabalí”.

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