Trabajo remoto: ¿funciona o no funciona?

31-05-2023
Ciencia, Tecnología e Innovación
Ojalá, República Dominicana
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Una de las muchas cosas que nos trajo la pandemia fue la modalidad de trabajo remoto, algo que ya existía a cierta escala y que, de repente, se masificó con el mandato de quedarnos todos en casa mientras COVID-19 se diseminaba por el mundo. 

Tres años después del inicio de la pandemia, persiste el debate de que tan beneficioso o factible es el trabajo remoto. 

Como suele ocurrir en todo debate, la respuesta dependerá de cada caso y de como se mire. 

De entrada, el trabajo remoto no es para todo el mundo ni resulta ideal para todos los sectores laborales. 

Hay trabajos que por su naturaleza se acoplan perfectamente a este formato, sobre todo aquellos que no tienen un horario fijo y que no requieren de una presencialidad por depender de la internet, de redes sociales y otros recursos que no se encuentran en una oficina.  

Hay, igualmente, trabajos que fluyen mejor en un ambiente controlado, sobre todo cuando se manejan informaciones delicadas, cuando se depende de más de un departamento para el adecuado desempeño y, sobre todo, cuando se trabaja directamente con clientes. 

El trabajo remoto depende grandemente de la tecnología, y es por eso que se habla de que estamos en una constante transformación digital, proceso acelerado justamente por la pandemia y la necesidad de mantener la productividad aun desde la casa. 

Depender de la tecnología, sobre todo cuando se vive en países como República Dominicana, puede ser un problema. En el caso particular nuestro, hay muchos obstáculos a considerar, empezando por una pobre cultura laboral que no siempre equipa debidamente a sus empleados y por fallos habituales en servicios de telecomunicaciones y de suministro energético. 

El debate en torno a la factibilidad del trabajo remoto lleva casi tres años en discusión, y si bien muchas empresas a nivel global mantienen un formato híbrido, grandes ejecutivos corporativos en Estados Unidos buscan ponerle fin definitivo. 

Es un hecho que trabajar de manera remota puede tener beneficios para ambas partes. Para el empleador, esto puede traducirse en menores costos de infraestructura, de alquiler y mantenimiento. Para el empleado, un mayor y mejor balance entre su vida personal y laboral, así como menos estrés y menos gastos por concepto de ir y volver del centro de trabajo. 

Estos beneficios a menudo se ven opacados por dudas respecto a la calidad de la productividad, la calidad de la comunicación laboral y la calidad del compromiso con el trabajo. 

En Estados Unidos, quienes abogan por eliminar definitivamente la dinámica de trabajo remoto se enfocan en estos tres puntos, alegando, quizás con razón, que el trabajo presencial mejora la comunicación en equipo, los tiempos de productividad y la fluidez del trabajo como tal. 

¿Es realmente así? Depende de la cultura laboral imperante. La triste realidad es que hay oficinas donde la presencialidad o el trabajar remoto no hacen ninguna diferencia porque hay un problema de origen que se refleja en mala comunicación, irrespeto y falta de empatía. Este escenario es más común de lo que podríamos pensar. 

Hay en Estados Unidos y en el resto del mundo una crisis laboral, y esta se caracteriza por empleados desencantados, muchos de los cuales no se identifican con su lugar de trabajo ni se sienten valorados por su empleador. Si a eso sumamos las presiones de una incertidumbre económica mundial y la ola de despidos que se está afectando a varias industrias, no hay que ser genio para darnos cuenta de que la modalidad remota poco o nada tiene que ver con esta crisis, pero a veces es más fácil culpar lo foráneo o desconocido