Suiza experimenta con el bosque del futuro

06-06-2022
Ciencia, Tecnología e Innovación
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Peter Brang avanza a paso lento. Mira a su alrededor, asomándose a través de los troncos. Ha pasado más de un año desde la última vez que estuvo aquí, y en este cálido día de primavera no es fácil encontrar el camino a través de la maleza. «Hemos llegado», dice el experto en dinámica forestal, señalando una malla metálica sujeta a postes de madera. Es la cerca de su laboratorio al aire libre.

Los grandes alerces que antes poblaban la zona han sido talados. Sólo quedan algunos tocones dispersos. En su lugar se han plantado cedros del Líbano (Cedrus libani), una especie de conífera de hoja perenne originaria de Oriente Medio. Algunos de estos árboles alcanzan hasta tres metros, otros llegan solo a la rodilla. Uno se ha marchitado por completo.

Nos encontramos en territorio de Mutrux, un pequeño municipio del cantón de Vaud, en el oeste de Suiza. Aquí, seis especies de árboles exóticos procedentes de Turquía, Bulgaria y Estados Unidos fueron plantados en 2012 en una superficie de unas tres hectáreas.

Es un ejemplo de migración asistida. «Hemos acelerado un movimiento de especies que, de otro modo, habría tardado al menos miles de años», explica Brang, miembro del Instituto Federal Suizo de Investigación de Bosques, Nieve y Paisaje (WSL). Por otra parte, añade, el ser humano lleva siglos interviniendo para dar al bosque la forma que mejor le sirva.

En Suiza, el bosque cubre casi un tercio del territorio. Keystone

Las especies introducidas son muy resistentes a la sequía y a las olas de calor. Brang quiere estudiar su capacidad de crecimiento en un nuevo entorno. Queremos saber qué especies de árboles podrían sustituir a las especies que son importantes para Suiza y que están sufriendo el cambio climático», afirma.

Con el calentamiento global, los periodos secos y calurosos durante el verano son más intensos y frecuentes, lo que pone a prueba a las especies de árboles que han evolucionado en un clima más templado. El bosque no desaparecerá, pero corre el riesgo de no poder seguir prestando los servicios de los que la gente depende en todas partes, como la protección contra los peligros naturales o la producción de madera, afirma Brang.

Robert Jenni, empleado científico de la Oficina Federal de Medio Ambiente que nos acompaña en la visita, explica que la estrategia de Suiza no consiste en sustituir las especies autóctonas, sino en enriquecer el bosque con especies exóticas de forma regular. «El bosque es un ecosistema muy resistente. Queremos dar la máxima oportunidad a las especies que ya crecen de forma natural y tienen cierta capacidad de adaptación», afirma.

¿Un abeto turco en Navidad?

Nos trasladamos a la parcela adyacente donde se han plantado abetos turcos (Abies bornmuelleriana), una especie de conífera que crece en las montañas del norte de Turquía. Tolera largos periodos de sequía y puede soportar temperaturas de hasta -18ºC. Por lo tanto, puede considerarse un buen sustituto de la picea o el abeto, entre los árboles más comunes en Suiza. Algún día, quizá lo encontremos en nuestras casas como árbol de Navidad», dice Brang.

Cedros del Líbano. swissinfo.ch

El experto explica que las especies introducidas en Mutrux fueron seleccionadas en función de criterios ecológicos y de su valor económico. Proceden de regiones que corresponden a un escenario de calentamiento de 2°C, es decir, lugares con las condiciones climáticas que probablemente se den en Suiza en el futuro. Además, son especies no invasivas que hasta ahora han demostrado ser resistentes a los agentes patógenos.

La «suerte» de la sequía de 2018

La zona experimental de Mutrux forma parte de un proyecto internacional coordinado por el Instituto Forestal de Baviera (Alemania). En él participan institutos de investigación y universidades alemanas y austriacas, y comprende un total de cinco centros. En cada uno de ellos se plantaron las mismas especies procedentes de los mismos lugares; en Suiza se plantó una especie adicional. «No hay muchos experimentos de este tipo a nivel internacional. Por lo general, se prueban diferentes procedencias de una misma especie», afirma Brang.

La ventaja de utilizar diferentes suelos es que hay una mayor probabilidad de que se produzcan eventos extremos en al menos un sitio. De hecho, son las sequías y las canículas prolongadas los que resultan especialmente interesantes para la investigación. El verano de 2018, excepcionalmente caluroso y sin lluvias, fue en este sentido «un golpe de suerte», dice Brang. «Los que se dedican a la gestión forestal no estarán de acuerdo conmigo, pero espero que tengamos más eventos de este tipo».

El verano de 2018 afectó a varios países europeos y fue el tercero más caluroso en Suiza desde que comenzaron las mediciones en 1864. Las altas temperaturas, que alcanzaron los 34°C en las tierras bajas entre finales de julio y mediados de agosto, provocaron unas 200 muertes más que en un año normal. El agua llegó a escasear en muchas zonas alpinas y el ejército tuvo que asegurar el suministro de agua con helicópteros. La sequía provocó graves pérdidas en los cultivos de hierba y forraje, y el descenso del nivel del río Rin durante un periodo inusualmente largo interrumpió el transporte fluvial de mercancías.

El verano seco de hace cuatro años también afectó a los bosques y, sobre todo, a los árboles de gran tamaño, especialmente a los abetos y las hayas. En el 10% de los bosques de Europa central, los árboles perdieron parte o la totalidad de sus hojas de forma prematura, según un análisis del instituto WSL. El centro-este de Alemania y la República Checa fueron las zonas más afectadas. En las montañas suizas, donde fue algo menos cálido y seco, los daños en los bosques fueron importantes, pero menos. Sin embargo, en caso de que vuelvan a producirse fenómenos similares, es posible que las hayas y los abetos no sobrevivan a largo plazo, según aseguran los expertos.

El sufrimiento del abeto

Las sequías cada vez más intensas y repetidas secan los suelos. La consecuencia es un aumento de la mortalidad de todas las especies arbóreas importantes de Europa, que a veces alcanza picos del 60%, según un amplio estudio publicado en 2021 y que aún está en fase de revisión.

Sin agua, los árboles son más susceptibles a las plagas y enfermedades. El riesgo de incendios forestales aumenta y el bosque ya no puede cumplir su función. En las montañas, los bosques densos sin grandes claros son necesarios para proteger a la población de las avalanchas, los desprendimientos y las inundaciones. En las próximas décadas, habrá zonas cada vez más grandes en las que esas condiciones no estarán garantizadas, al menos durante ciertos periodos, afirma Brang. «Esto me preocupa”.

El abeto, el árbol más extendido en Suiza, es especialmente vulnerable. Normalmente, desarrolla raíces poco profundas que le impiden buscar agua en profundidad durante los periodos secos del verano. Los árboles debilitados son menos resistentes al escarabajo de la corteza, un insecto que se infiltra bajo la corteza del árbol e impide el flujo de savia.

Abeto turco. swissinfo.ch

La industria maderera busca alternativas

Con la muerte de los abetos, la industria forestal corre el riesgo de perder una de las especies arbóreas más codiciadas. Las coníferas proporcionan dos tercios de la madera utilizada en la construcción, el mobiliario y la producción de energía.

En 2020, los bosques suizos suministraron 4,8 millones de metros cúbicos de madera. A modo de comparación, en 2019 la empresa sueca de muebles Ikea utilizó un total de 21 millones de metros cúbicos de troncos para fabricar sus productos.

Thomas Lädrach, presidente de la organización que agrupa a las empresas madereras suizas (Holzindustrie Schweiz), afirma que el sector seguirá utilizando madera de coníferas, ya que las maderas duras sólo pueden emplearse en la construcción bajo determinadas condiciones. Por tanto, hay que buscar alternativas a los abetos autóctonos.

Entre ellos están los abetos de Douglas, que crecen en las regiones costeras del oeste de EE.UU y Canadá. Esta conífera, que puede alcanzar una altura de hasta 57 metros, tolera bien el calor del verano y soporta mejor la sequía que las piceas y los abetos. Todavía es poco común en Suiza y hasta ahora apenas ha sido atacado por los escarabajos de la corteza. El experto en dinámica forestal Peter Brang cree que los abetos de Douglas podrían constituir el 10% de los bosques suizos en el futuro.

Bosque de coníferas tras un incendio en la zona de Treuenbrietzen, Alemania. Westend61 / Anke Scheibe

¿Bosques de cedros en Suiza?

Y luego está el cedro del Líbano, una de las especies que Brang cultiva en la parcela experimental de Mutrux. La resistencia de su madera es similar, si no superior, a la de los árboles comerciales que se encuentran en los bosques suizos, y según la revista especializada Baublatt es un buen candidato para sustituir al abeto y al pino silvestre en la construcción.

Sin embargo, es demasiado pronto para predecir si esta y otras especies podrán aclimatarse y crecer en Suiza. En 2018, seis años después del inicio del proyecto, se llevó a cabo una primera evaluación. Se observó una elevada mortalidad de algunas especies en todos los lugares de Suiza, Alemania y Austria. Tres de cada cuatro cedros, cuyos plantones procedían de un vivero de Baviera, no sobrevivieron. «Al parecer, la especie es muy sensible a la desecación durante el trasplante. No lo sabíamos», dice Brang.

Los arbolitos trasplantados posteriormente tuvieron un crecimiento lento y siguieron siendo pequeños. Puede que hayan perdido entre 3 y 5 años de crecimiento, pero esto es insignificante en la vida de un siglo de un árbol, dice Brang. Lo más significativo es que no parecen haber sufrido en exceso la sequía de 2018. Hasta ahora, no hay nada que sugiera que las especies introducidas aquí no sean adecuadas para crecer en nuestras latitudes», afirma Brang.

El experto forestal quiere evitar la desagradable sorpresa que se llevó con el pino negro. Treinta años después de que se plantara con éxito en Suiza, sus agujas fueron atacadas por hongos y ahora la especie está en declive. Por eso es importante no sacar conclusiones prematuras», afirma. «Sólo dentro de 50 o 100 años sabremos si los árboles que plantamos hoy son realmente resistentes».

Traducido del italiano por José M. Wolff